MADRID, 5 Feb. (EUROPA PRESS) -
Las olas de calor pueden reducir la respuesta inmune del cuerpo a la gripe, según una nueva investigación en ratones de la Universidad de Tokio, en Japón. Los resultados tienen implicaciones sobre cómo el cambio climático puede afectar al futuro de las vacunas y la nutrición.
Se predice que el cambio climático reducirá los rendimientos de los cultivos y el valor nutricional, además de ampliar los rangos de insectos que se propagan por la enfermedad. Sin embargo, no se habían estudiado anteriormente los efectos de las olas de calor sobre la inmunidad a la influenza.
El profesor asociado de la Universidad de Tokio, Takeshi Ichinohe, y el estudiante de doctorado de tercer año, Miyu Moriyama, investigaron cómo las altas temperaturas afectan a los ratones infectados con el virus de la influenza. "La gripe es una enfermedad de la temporada de invierno. Creo que esta es la razón por la que nadie más ha evaluado cómo las altas temperaturas afectan a la gripe", plantea Ichinohe.
El virus de la influenza sobrevive mejor en aire seco y frío, por lo que generalmente infecta a más personas en invierno. Sin embargo, Ichinohe está interesado en cómo responde el cuerpo después de la infección. Los científicos alojaron a ratones hembras adultas jóvenes y saludables, ya sea a temperatura de frío de refrigerador (4 grados Celsius), temperatura ambiente (22 grados C) o temperatura de la ola de calor (36 grados C).
Cuando se infectó con la gripe, el sistema inmunológico de los ratones en las salas calientes no respondió con eficacia. La mayor parte afectada por la condición de mucho calor fue un paso crítico entre el sistema inmunológico que reconoce el virus de la gripe y el montaje de una respuesta adaptativa específica.
De lo contrario, los roedores expuestos al calor no tuvieron otros cambios significativos en su sistema inmunológico: presentaron reacciones normales a las vacunas contra la gripe inyectadas debajo de la piel. Además, las bacterias que viven en el intestino, que cada vez se consideran más importantes para la salud, se mantuvieron normales en los animales que estaban en cuartos calientes.
TEMPERATURA Y NUTRICIÓN
En particular, los ratones expuestos a altas temperaturas comieron menos y perdieron el 10 por ciento de su peso corporal dentro de las 24 horas de haberse trasladado a las habitaciones calientes. Su peso se estabilizó el segundo día y luego los roedores se infectaron al respirar el virus de la gripe en vivo en su octavo día de exposición al calor.
Los ratones que viven en temperaturas de ola de calor podrían tener una respuesta inmunitaria normal si los investigadores les proporcionaba nutrición complementaria antes y después de la infección. Los científicos dieron a los ratones glucosa (azúcar) o ácidos grasos de cadena corta, sustancias químicas producidas naturalmente por bacterias intestinales.
En experimentos a temperatura ambiente, los autores conectaron quirúrgicamente los ratones para que los fluidos corporales se movieran libremente entre los ratones alimentados normalmente y los que no tenían alimentación suplementaria, ambos infectados con gripe. Los fluidos de ratones con suplementación normalmente provocaron que los sistemas inmunitarios de los roedores mal alimentados respondieran normalmente al virus de la gripe.
"¿El sistema inmunológico no responde al virus de la influenza tal vez porque el calor cambia la expresión de los genes? ¿O tal vez porque los ratones no tienen suficientes nutrientes? Necesitamos hacer más experimentos para comprender estos detalles", plantea Moriyama.
Los resultados pueden arrojar luz sobre la desafortunada experiencia de enfermar nuevamente mientras te estás recuperando de una patología. "Las personas a menudo pierden el apetito cuando se sienten enfermas. Si alguien deja de comer el tiempo suficiente para desarrollar un déficit nutricional, eso puede debilitar el sistema inmunológico y aumentar la probabilidad de enfermarse nuevamente", señala Ichinohe.
FUTURO DE LA INFECCIÓN
Un área importante de estudio futuro será el efecto de la alta temperatura en diferentes tipos de vacunas. Las vacunas contra la gripe inyectadas en la parte superior del brazo usan virus inactivados, pero las vacunas que se rocían en la nariz usan virus vivos atenuados (debilitados).
"La vía de administración y el tipo de virus pueden cambiar la forma en que el sistema inmunológico responde a altas temperaturas", dice Moriyama. Hasta que más investigaciones puedan aclarar qué pueden significar estos hallazgos para los seres humanos, Ichinohe y Moriyama recomiendan con cautela un enfoque proactivo de la salud pública.
"Quizás se puedan administrar vacunas y suplementos nutricionales simultáneamente a las comunidades en áreas con inseguridad alimentaria. La gestión clínica de las enfermedades infecciosas emergentes, como la influenza, el zika y el ébola, puede requerir suplementos nutricionales además de terapias antivirales estándar", dice Ichinohe.
Los científicos están planificando proyectos futuros para comprender mejor los efectos de la temperatura y la nutrición en el sistema inmunológico, incluidos experimentos con ratones obesos, inhibidores químicos de la muerte celular y diferentes niveles de humedad.