MADRID, 13 Mar. (EUROPA PRESS) -
A través de la mirada que suscitan los objetos prehistóricos es posible descubrir cómo interpretaban el mundo las poblaciones antepasadas, es lo que ocurre con las imágenes que se observan en cerámicas arqueológicas donde se puede ver reflejada la evolución del cerebro, según una novedosa investigación neuroarqueológica en la que ha participado el Instituto de Neurociencias UMH-CSIC.
Este trabajo, que ha sido publicado en 'Scientific Reports', pretende proporcionar una evidencia clara de una fuerte correlación entre la evolución a lo largo del tiempo de la estructura social de una comunidad y la forma en que las personas interactúan e interpretan cognitivamente el mundo que lo rodea mediante el uso y diseño de herramientas y otros objetos, como las vasijas del estudio.
Esto se ve reflejado en la plasticidad cerebral, y explica cómo la complejidad de una sociedad influye en el proceso cognitivo a través del desarrollo material. Aunque no haya registro fósil de estas personas, "podemos conocer su estructura mental a través de los objetos que construyeron", señalan los investigadores.
¿Cómo percibían el mundo nuestros antepasados hace 6.000 años o incluso más atrás?, es la pregunta que se hace la investigación, y que según explican podría ser respondida por primera vez. "No hay forma de hacer neuroarqueología basada en restos biológicos, ya que el cerebro humano es una estructura muy blanda de la que no quedan restos fósiles para su estudio", explica Luis M. Martínez-Otero, investigador principal del laboratorio de Analogía Visual del Instituto de Neurociencias UMH-CSIC en Alicante.
Sin embargo, sí es posible hacer un estudio neuroarqueológico a través de la mirada que nos suscitan los objetos que desde la prehistoria han llegado hasta nosotros, como las vasijas de cerámica, de las que existe un registro muy amplio. "Viendo los objetos de civilizaciones pasadas podemos inferir cómo interpretaban el mundo", y en definitiva, cómo pensaban, explica Martínez-Otero.
Para llegar a esa conclusión investigadores del Instituto de Neurociencias UMH-CSIC, el Instituto de Ciencias del Patrimonio de Santiago de Compostela y la Universidad de Santiago han analizado piezas de cerámica que abarcan en total 4.000 años de la prehistoria de Galicia (del 4000 a.C. al cambio de era), pertenecientes a diferentes estilos y sociedades.
Posteriormente las han sometido a la mirada de 113 personas para analizar el recorrido que realizaban sus ojos al observar los diferentes patrones decorativos representados en estos objetos cerámicos prehistóricos.
RESPUESTA VISUAL DISTINTA
"Lo más llamativo de este trabajo fue darnos cuenta de que las sociedades con una estructura muy horizontal, más primitivas, organizadas en clanes familiares relacionados genéticamente, fabrican piezas cerámicas que al mirarlas hoy promueven una visión muy horizontal, muy igualitaria", explican Luis Martínez-Otero y Felipe Criado-Boado.
Sin embargo, cuando las sociedades crecen en tamaño y complejidad, pasando de centenares a miles de personas, se van jerarquizando y subdividiendo en clases sociales con clanes dominantes, y se construyen objetos que imponen una manera de mirar muy vertical. "Esta correlación entre estructura de la sociedad y la manera en que se producen objetos de uso corriente paralelamente está reorganizando también el cerebro de sus miembros", señalan los in vestigadores.
La mirada que suscitaba estas cerámicas a los participantes en el estudio no estaba determinada por la forma, sino por la decoración. "Cuando a una cerámica del periodo vertical, más moderno, le cambiamos la decoración por otra del periodo horizontal, imponían en los participantes una mirada horizontal, y viceversa. Esto significa que más allá de la forma y el uso que tuvieran, la manera en que decoraban nuestros ancestros estas vasijas imponía una forma de mirar consecuente con la estructura de la sociedad en la que vivían", resalta Martínez-Otero.
"La prominencia visual de cada estilo cerámico produce una respuesta visual distinta. La cerámica prehistórica comprende una parte importante del mundo material que rodeaba a los individuos de esa época. Por eso un análisis de este tipo aporta resultados muy significativos", añade Felipe Criado-Boado, del Instituto de Ciencias del Patrimonio de Santiago de Compostela.
"Nuestro estudio muestra que hay una interacción muy estrecha entre los cambios culturales y la plasticidad cerebral, lo que proporciona una nueva perspectiva sobre cómo el cerebro permite la transmisión de valores culturales, creencias y costumbres. Estos hallazgos abren una ventana para investigar cómo podrían ver el mundo personas que vivieron hace miles de años", concluye.