MADRID, 27 Dic. (EUROPA PRESS) -
Una nueva investigación dirigida por la Universidad de Southampton (Reino Unido) ha demostrado que ayudar a las mujeres a seguir una dieta saludable antes del embarazo podría reducir el riesgo de obesidad de sus hijos.
Los niños obesos tienen más probabilidades de ser adultos obesos, con consecuencias a largo plazo para su salud. Las dietas poco saludables son un factor importante que contribuye a ello.
Este trabajo, publicado en la revista 'International Journal of Obesity', ha descubierto que los niños de ocho o nueve años tienen más probabilidades de ser obesos si su madre ha tenido una mala dieta durante y antes del embarazo. La investigación identifica estos momentos como críticos, en los que las iniciativas para reducir la obesidad infantil pueden ser más eficaces.
Los investigadores analizaron los datos de las dietas de 2.963 parejas de madres e hijos que formaban parte de la encuesta británica Southampton Women's Survey, un estudio de larga duración que hace un seguimiento de la salud de las madres y sus hijos. Las mujeres se inscribieron en él antes del embarazo, cuando se plantearon por primera vez tener un bebé.
Como parte de la encuesta, las mujeres fueron entrevistadas y sus respuestas se utilizaron para rellenar cuestionarios sobre su dieta y la de su hijo. Los investigadores preguntaron por la dieta de la madre antes de quedarse embarazada y cuando tenía 11 y 34 semanas de gestación. También preguntaron sobre lo que comía el niño a los seis meses, al año, a los tres años, de seis a siete años y de ocho a nueve años.
La información dietética recopilada se utilizó para dar a cada pareja de madres e hijos una puntuación combinada de la calidad de la dieta. Utilizaron estas puntuaciones para dividirlos en cinco grupos: pobre, pobre-medio, medio, medio-mejor y mejor.
Las madres más jóvenes, con menos formación académica, fumadoras y con un mayor índice de masa corporal (IMC) antes del embarazo tendían a estar en un grupo de peor dieta con su hijo.
Cuando los niños tenían entre ocho y nueve años, los investigadores evaluaron la cantidad de tejido graso de sus cuerpos mediante una absorciometría de rayos X de doble energía (DXA). También calcularon el IMC del niño, ajustándolo a su edad y sexo.
Los resultados mostraron que si una pareja de madres e hijos pertenecía a un grupo con una dieta de menor calidad, esto se asociaba a que el niño tenía un porcentaje de grasa corporal DXA y un IMC más altos a los ocho o nueve años.
"La obesidad infantil es un problema importante y creciente en el Reino Unido, que provoca problemas de salud duraderos que se prolongan hasta la edad adulta. Esta investigación demuestra la importancia de intervenir en la fase más temprana posible de la vida del niño, en el embarazo o incluso antes de la concepción, para poder atajarla", apunta Sarah Crozier, principal autora de la investigación.