MADRID, 5 Nov. (EUROPA PRESS) -
¿Pensabas que votar solo influía en la política? Un gigantesco estudio en Finlandia, con más de tres millones de personas, acaba de revelar algo impactante: quienes no votan tienen muchas más probabilidades de morir antes que quienes sí lo hacen, incluso más que las diferencias asociadas al nivel educativo. La participación electoral, al parecer, no solo decide gobiernos… también podría estar diciendo mucho sobre tu salud y tu futuro.
LA PARTICIPACIÓN ELECTORAL COMO INDICADOR DE SALUD
El comportamiento electoral está fuertemente vinculado al riesgo futuro de muerte, y probablemente sea un determinante de la salud más fuerte que la educación -considerada una influencia clave en la salud-, sugiere una investigación de la Universidad de Helsinki, en Finlandia, publicada en el 'Journal of Epidemiology & Community Health'.
En los últimos años, votar en las elecciones nacionales y locales se ha considerado cada vez más como un posible determinante social de la salud -los factores no médicos que influyen en la salud y el bienestar-, explican los investigadores.
Investigaciones publicadas anteriormente sugieren que los votantes generalmente gozan de mejor salud que los no votantes, pero no está claro si la participación electoral también podría ser un factor predictivo del riesgo de muerte futura.
Para explorar esto más a fondo, los investigadores recurrieron a la información sobre la participación electoral en las elecciones parlamentarias de 1999 para todo el electorado de ciudadanos finlandeses que vivían en Finlandia continental y tenían al menos 30 años.
UNA RELACIÓN MÁS FUERTE QUE LA EDUCACIÓN
La participación en este grupo de edad fue del 71,5% para los hombres y del 72,5% para las mujeres. En total, 3.185.572 personas (1.508.824 hombres y 1.676.748 mujeres) participaron en el estudio y se realizó un seguimiento de su supervivencia desde el 21 de marzo de 1999 (día de las elecciones) hasta su fallecimiento o el final de 2020, lo que ocurriera primero.
Entre 1999 y 2020 murieron 1.053.483 personas: 95.350 por causas externas (accidentes, causas violentas y atribuibles al alcohol); 955.723 por otras causas subyacentes; 2.410 personas cuya causa de muerte no se conocía fueron excluidas del análisis final.
No votar se asoció sistemáticamente con un aumento del 73% en el riesgo de muerte por cualquier causa entre los hombres y un aumento del 63% en el riesgo de muerte entre las mujeres. Tras ajustar por nivel educativo (básico o desconocido; secundario; o terciario), este riesgo se redujo a un 64% mayor entre los hombres y un 59% mayor entre las mujeres.
La diferencia en el riesgo de muerte entre votantes y no votantes fue mayor que la que existía entre quienes tenían educación básica y quienes tenían educación superior. La relación entre la participación electoral y la mortalidad fue más fuerte en el caso de las causas externas de muerte que en el de otras causas. Y, tras ajustar por edad, este riesgo fue el doble entre los hombres y las mujeres que no votaron que entre los que sí lo hicieron.
La diferencia en el riesgo relativo de muerte entre votantes y no votantes fue más marcada entre los hombres menores de 50 años. Entre las personas de 75 a 94 años, las mujeres que no votaron tuvieron un mayor riesgo de muerte que los hombres que sí votaron, mientras que lo contrario ocurrió en los grupos de edad más jóvenes. Y entre los hombres del 25% de ingresos familiares más bajos, el riesgo de muerte asociado con no votar fue entre un 9% y un 12% mayor que en otros grupos de ingresos.
Este es un estudio observacional y, como tal, no permite establecer relaciones de causa y efecto. Los investigadores reconocen diversas limitaciones en sus hallazgos, incluyendo la posibilidad de que algunas personas quisieran votar, pero no pudieran hacerlo, o simplemente optaran por no votar.
No obstante, el hecho de que votar estuviera más fuertemente asociado con el riesgo de muerte que el nivel educativo "sugiere una fuerte asociación entre votar y la mortalidad, dado que un gradiente educativo sustancial en la mortalidad se encuentra entre los patrones sociodemográficos de mortalidad más sólidamente establecidos", sugieren.
UN POSIBLE INDICADOR CLÍNICO TEMPRANO
"El voto, como forma de participación, es un tipo de capital social que está vinculado a beneficios para la salud. Además, votar puede aumentar otras formas de participación cívica", explican.
"Los problemas de salud y las dificultades relacionadas en el funcionamiento también pueden afectar negativamente muchos prerrequisitos importantes para la participación, incluyendo la mejora de los recursos, la motivación para votar y la movilización política", agregan.
Concluyen: "La información sobre la votación puede ser útil en entornos clínicos -por ejemplo, el abandono del hábito de votar puede ser una señal temprana de un deterioro significativo de la salud- y para monitorear el bienestar, la salud y las desigualdades en salud de la población. Además, una fuerte asociación entre la votación y la mortalidad plantea inquietudes sobre la igualdad en la representación política".