Los niños también tienen ansiedad: cómo identificarla, ¿se la podemos transmitir o fomentar los padres?

Archivo - Niño con estrés
Archivo - Niño con estrés - SKYNESHER/ ISTOCK - Archivo
Publicado: miércoles, 5 abril 2023 8:38

   MADRID, 5 Abr. (EDIZIONES) -

   Se ha observado que muchas fobias en la edad adulta tienen origen en la edad infantil. Y es que la ansiedad es una emoción muy similar al miedo, pero que ocurre en ausencia de un estímulo amenazante. Se asocia con tensión muscular, con un estado de hipervigilancia ante un peligro futuro, y con comportamientos prudentes y de evitación.

   Así lo explica en una entrevista con Infosalus Carmen Esteban, psicóloga sanitaria y educativa especializada en la etapa perinatal, infantil, y en adolescencia, con motivo de la publicación de 'Educar con paciencia' (Espasa), donde aborda el tema de la ansiedad en los más pequeños de la casa, y señala que esta puede aparecer sobre los 18 meses, con la conocida como 'ansiedad por separación'.

   Sobre los síntomas de ansiedad en la infancia dice que hay que diferenciar cuando es evolutiva o no: "Es una emoción que es normal, y nos permite sobrevivir, la supervivencia, y nos avisa de un peligro y nos ayuda. Es patológica cuando afecta en el día a día del niño, 'no me puedo separar de mis padres', 'no puedo ir solo a determinados sitios'; les afecta, además, significativamente a nivel académico, social, personal, o familiar".

   Es más, esta psicóloga sanitaria subraya que, cuando el grado de angustia del niño es considerado extremo en relación con el de sus iguales, la ansiedad se convierte en patológica, pudiendo desembocar en trastornos de ansiedad. "Hay muchos tipos de trastornos y cada uno tiene unos criterios diagnósticos diferentes", apostilla.

¿LA PODEMOS TRANSMITIR LOS PADRES A NUESTROS HIJOS?

   En este contexto, recuerda que en el origen de los trastornos de ansiedad pueden darse múltiples factores de riesgo, así como factores predisponentes, factores genéticos como ambientales. Concretamente, estos últimos dependen directamente de nosotros, la forma en la que nos enfrentamos a los problemas, o el cómo nos educan.

   "Generalmente cuando hay un niño con un tipo de ansiedad, en la familia también suele haberla. La ansiedad se puede transmitir, pero sin culpabilizar a los padres. Y estos deben buscar ayuda siempre. La Ciencia ha demostrado que los padres con un diagnóstico de trastornos de ansiedad suelen utilizar pautas de crianza que incrementan el riesgo de ansiedad de sus hijos, pues presentan conductas más controladoras e intrusivas, y ellos mismos ofrecen a sus hijos conductas ansiosas", destaca esta especialista.

   Igualmente, considera que cuando no se toma en serio la ansiedad esta se puede intensificar: "Los miedos de los niños nos parecen tonterías y los exponemos a una situación que ya les genera un nivel de ansiedad alto, como el miedo a la oscuridad. 'Pero que es una tontería', 'que estás en casa', 'las brujas no existen', y entonces con esa falta de empatía y de comprensión por su miedo, por muy irracional que sea, aumentamos el nivel de ansiedad porque el niño se siente más inseguro y es importante acompañarlo".

PRINCIPALES TRASTORNOS DE ANSIEDAD EN MENORES

   En cuanto a los principales tipos de trastornos de ansiedad en la infancia, Carmen Esteban destaca en primer lugar al trastorno de ansiedad por separación, cuando el niño siente una ansiedad excesiva al separarse de sus figuras de apego, como sus padres o sus abuelos.

    "Si los niños son muy pequeños, tienen 2-3 años, esta ansiedad de separación es normal, porque se están adaptando a la escuela y durante un tiempo no es patológica. Hay que ver cuál es la edad del menor y la duración de lo que lo que está haciendo. Si ocurre el primer mes y es chiquitín no es patológico, pero si es más mayor y es persistente, sí que habría que verlo. Entre los 3-6 años debe ir disminuyendo", apostilla.

   También destaca que son bastante frecuentes los trastornos de pánico, pero en los niños más mayores, por temas de exámenes, una discusión con amigos, o algo que haya pasado en casa, por ejemplo.

   Aunque se trata de episodios aislados y temporales, habitualmente por un malestar que puede estar desencadenado por alguna situación concreta, según prosigue Esteban, los menores en esta situación pueden sentir una sensación de ahogo, palpitaciones, opresión en el pecho, sensación de atragantamiento, sudoración, sacudidas, temblores, miedo a morir, hormigueos, escalofríos o sofocos, o por ejemplo el miedo a morir.

   "Son intensos, se inician bruscamente, y alcanzan su máxima expresión dentro de los diez primeros minutos. El problema de estos trastornos es que también existe el miedo a que vuelva a ocurrir porque sienten un descontrol del propio cuerpo; por eso es probable que te vuelva a suceder. Además, el niño puede sentir que se está muriendo durante el ataque de pánico, y es importante decir que estos ataques no son frecuentes en los pequeños, sino que a menudo comienzan durante la adolescencia", agrega.

EL MUTISMO SELECTIVO

   En los niños pequeños también ve mucho esta psicóloga el conocido mutismo selectivo, un trastorno de la ansiedad de la etapa infantil, caracterizado por la ausencia total de habla en, al menos una situación específica, a pesar de que el pequeño tiene la capacidad de hablar en otras situaciones.

   "Se trata de niños que, por ejemplo, en casa hablan muchísimo, mientras que en el colegio están mudos. Es decir, son niños que tienen desarrollado el lenguaje pero que se bloquean en un contexto concreto y no son capaces de hablar", añade.

   En su opinión, el principal problema del mutismo selectivo es que puede interferirles a nivel escolar y a su rendimiento, pero al mismo tiempo a nivel social. "Para que se diagnostique como mutismo selectivo debe durar, por lo menos, un mes. Se da en niños que suelen ser tímidos, retraídos y tranquilos", resalta esta experta.

   En último lugar, Carmen Esteban aconseja que, ante un caso de mutismo selectivo, es muy importante:

   1. No etiquetar al niño como tímido, vergonzoso porque esto solo favorecerá aún más su bloqueo.

   2. No presionarle para que hable, ya que estas actitudes aumentan su ansiedad y refuerzan el mutismo.

   3. No sobreprotegerlo porque disminuye su autonomía y frena su desarrollo.

   4. No ignorar el problema y ante la menor sospecha buscar ayuda profesional, como la de un psicólogo infantil.

   5. Reforzar positivamente al niño porque suelen tener estos menores una baja autoestima.