MADRID, 18 Dic. (INFOSALUS) -
Miedo a hablar ante desconocidos, frente al sexo opuesto, a hablar en público o a hacer el ridículo son rasgos que pueden caracterizar a las personas tímidas, inseguridades que son evidentes en niños y que con el transcurso de los años tienden a suavizarse, aunque entre tanto puede provocar ansiedad en la adolescencia.
Los investigadores del equipo de Caballo llevan más de 10 años estudiando la fobia social junto a colegas de Portugal y de 18 países latinoamericanos a través de más de 150 equipos de investigación que han estudiado a más de 50.000 personas de la población general y a 700 pacientes diagnosticados de fobia social.
Los autores han desarrollado un cuestionario para identificar la fobia social a través del que han podido definir estas dimensiones y trabajan sobre un programa de tratamiento dirigido a estas cinco características básicas adaptadas a la cultura latina. Sus últimos resultados se han publicado en 2012 en la revista interna.
Investigadores de la Universidad de Maryland, en Estados Unidos, aseguran que los bebés que son tímidos o les cuesta relacionarse con otras personas y lo siguen siendo a medida que crecen son luego más propensos a desarrollar problemas de ansiedad durante la adolescencia.
El estudio, publicado en la revista 'Child Development', ha revelado no obstante que esta relación solo se mantiene en aquellos jóvenes que tenían menos relación con sus padres cuando eran bebés.
Los investigadores estudiaron a 165 adolescentes de 14 a 17 años que fueron reclutados cuando tenían apenas cuatro meses, y cuando tenían poco más de un año se realizaron una serie de pruebas para ver cómo respondían a breves separaciones de sus padres.
De este modo vieron que los lactantes con apego solían calmarse cuando regresaban sus padres mientras que había otros que, al volver, les ignoraban, evitaban el contacto o se mantenían enfadados.
Asimismo, a los 14, 24, 48 y 84 meses les sometieron a otras pruebas para medir su timidez y la reticencia social ante nuevas situaciones, compañeros o familiares, y a su vez los padres también completaron cuestionarios sobre el comportamiento de sus hijos en situaciones nuevas.
Años más tarde, cuando los niños tenían entre 14 y 17 años, los participantes y sus padres completaron repitieron un cuestionario para, en este caso, evaluar la ansiedad de los ya adolescentes.
De este modo, vieron que los jóvenes que dijeron que a menudo se sentían nerviosos al ir a fiestas, bailes u otros lugares donde había personas que no conocían bien, o por hacer cosas en público como leer, hablar o hacer deporte, fueron los que presentaron niveles más altos de ansiedad social. Y en las encuestas realizadas durante la infancia, eran los que eran más tímidos y presentaban menos apego hacia sus padres.
Además, la asociación entre la timidez en la niñez y la ansiedad en la adolescencia fue más fuerte para los niños que, cuando veían a sus padres, reaccionaban con enfado o no eran capaces de calmarse al reencontrarse con ellos.