MADRID 23 Sep. (EUROPA PRESS) -
La Sociedad Española de Neurología Pediátrica (SENEP) niega que, en la actualidad, "exista evidencia sólida que permita establecer una relación causal entre el consumo de paracetamol durante el embarazo y el trastorno del espectro autista (TEA), y advierte de que el aumento de la prevalencia en esta última década se debe a una capacidad de detección mayor, tanto de casos leves como severos.
Por lo que se recomienda prudencia ante las declaraciones del presidente del Gobierno de Estados Unidos, Donald Trump. Actualmente no se ha establecido una relación de causalidad en los estudios con mayor rigor científico, en los que se sugiere que la asociación puede deberse a factores de confusión o sesgos no medidos como predisposición genética, o enfermedades maternas que motivaron el uso del medicamento durante la gestación, y otros factores ambientales", advierten en un comunicado.
La sociedad destaca un reciente trabajo científico de referencia de 'JAMA' que no encontró asociación significativa entre el uso prenatal de paracetamol y ningún trastorno del neurodesarrollo. En él, también se explora la dosis y se comprobó que la relación dosis-respuesta se perdía al hacer los controles entre hermanos. Por tanto, señalan, "no hay evidencia sólida de que dosis terapéuticas de paracetamol utilizadas brevemente en el embarazo ocasionen daños concretos, ni mucho menos TEA".
Desde SENEP recuerdan que el autismo es un trastorno del neurodesarrollo complejo y multifactorial, en cuyo origen intervienen diversos factores genéticos y ambientales. Existe una predisposición genética sobre la pueden actuar noxas ambientales en períodos claves del neurodesarrollo, aumentando la probabilidad de desarrollar un trastorno del neurodesarrollo como es el TEA.
A su vez, señalan que "en un aspecto en el que hay que ser especialmente contundente es con el enorme campo de evidencia acerca de que las vacunas no tienen relación con el desarrollo de TEA o del TDAH".
FACTORES DE RIESGO DE TEA
En los últimos años hay posibles factores de riesgo ya descritos que pueden contribuir al desarrollo del TEA como la prematuridad, el bajo peso al nacer, la exposición a tóxicos durante el embarazo, las infecciones congénitas, la edad avanzada de los padres, y la deprivación afectiva o una escasa estimulación en etapas claves del neurodesarrollo, entre otros.
En cuanto al empleo de la leucovorina para el tratamiento del trastorno del espectro autista, se trata de un derivado del folato que se utiliza en medicina como adyuvante en diversas terapias como el cáncer o la anemia.
La leucovorina no es una terapia para el autismo, sino una intervención dirigida a una patología específica que afecta a un subgrupo de individuos en los que hay una deficiencia de folato cerebral, cuyos síntomas comunes suelen incluir problemas de comunicación y de lenguaje, alteraciones de la conducta, falta de atención y de concentración, retraso en el desarrollo motor y cognitivo; similares a los de los pacientes TEA.
Por tanto, insisten desde SENEP en que el autismo es un trastorno del neurodesarrollo "complejo y multifactorial", en cuyo origen intervienen diversos factores genéticos y ambientales. "Es fundamental transmitir un mensaje de prudencia ante afirmaciones no respaldadas por datos concluyentes. El abordaje riguroso y responsable de estas cuestiones es esencial para evitar generar alarma social y, sobre todo, para proteger a las familias". señala.