MADRID, 30 Abr. (EDIZIONES) -
A pesar de ser momentos terribles de la historia humana, para la Ciencia las guerras y los dramáticos años que las siguieron han constituido plataformas para el desarrollo de una gran variedad de importantes avances médicos.
Según explica a Infosalus José Ramón Alonso, catedrático de Biología celular, director del laboratorio de Plasticidad Neuronal y Neurorreparación en la Universidad de Salamanca, los nuevos tratamientos que necesitaba una masa de personas jóvenes heridas han supuesto en estos periodos bélicos y de posguerra una gran cantidad de inversión en los distintos ámbitos biomédicos, entre ellos la Neurociencia. Por otro lado, todo avance científico aplicado a la contienda otorgaba a los bandos implicados una ventaja en muchos casos determinante hacia la victoria.
Alonso muestra en su libro '¿Quién robó el cerebro de JFK?' (Cálamo, 2015) cómo los tiempos bélicos son una buena excusa para ahondar en el conocimiento sobre las Neurociencias pues han supuesto la oportunidad de desarrollar avances que con el paso de los años se han perfeccionado y han sido la base de innumerables aplicaciones para la sociedad civil.
El autor selecciona para los lectores de Infosalus algunos de los capítulos de su obra, cuyo título hace referencia a una de las incógnitas menos conocidas de la historia del mandatario americano, héroe también de guerra, cuyo cerebro, tras formar parte de las muestras biológicas utilizadas en su autopsia, aún continúa en paradero desconocido.
1. El general romano y la mano biónica
Al general romano Marcus Sergius se le considera el primer usuario documentado de una prótesis de mano. Luchó en las guerras púnicas entre romanos y cartagineses (218 a.c. - 210 a.c.) y se le atribuyen grandes gestas en combate. Herido innumerables veces en batalla, continuó luchando junto a sus soldados a pesar de haber perdido una mano, para la que pidió que le construyeran un reemplazo con el que poder sujetar su escudo.
Este es el prefacio con el que Alonso expone cómo se ha avanzado desde los tiempos romanos hasta la actualidad hasta el desarrollo de manos protésicas biónicas, cuyo ámbito más pionero es el de su integración con el organismo y el desarrollo de una tecnología capaz de conducir a la mano mecanotrónica órdenes cerebrales para una movilidad que ya se puede considerar fina.
2. Un buzo en el Pisuerga
El navarro Jerónimo de Ayanz y Beaumont (1553-1613) es uno de los más importantes inventores del mundo que también combatió en las guerras de su época como la de Flandes y Túnez. Entre sus inventos destaca la primera inmersión en el río vallisoletano de un buzo para placer de Felipe III, más tarde sus avances en las primeras labores de submarinismo le ayudarían en la labor de recuperar tesoros de navíos naufragados en tempestades o ataques enemigos.
De este ingenio navarro, al que algunos denominan el Leonardo español, también partió el desarrollo del primer submarino en su versión más elemental, que luego se convertiría en importante arma de guerra para hundir barcos.
El ser humano presenta problemas para sumergirse en comparación con otros animales como los mamíferos marinos, que constituyen los mejores buceadores en apnea y cuyos cerebros y sistemas orgánicos se activan en mayor medida mediante el reflejo de inmersión. El submarinismo puede generar daños en el cerebro humano por los cambios de presión (barotrauma) y la presencia de aire en el espacio intracraneal (pneumocefalia), aunque esta última constituye una lesión poco frecuente.
3. El mareo de Lord Nelson
Considerado el marino más famoso de la Historia de la navegación y de las batallas navales, en una de sus cartas el general británico del siglo XVIII que detuvo a Napoleón desde el mar reconoce que padecía de mareos cuando se encontraba embarcado.
Alonso explica a Infosalus que en el reflejo del vómito interviene un instinto ligado a la supervivencia y que ayudaba al ser humano cuando buscaba alimento y comía lo que encontraba, era la única forma de no morir envenenado. De hecho, el vómito puede contagiarse a los que están alrededor como forma también de proteger al grupo, en el que probablemente más individuos han comido lo mismo, señala el autor.
Al subir a un barco, el piso se mueve pero también nos llega información de la estabilidad de la estructura sobre la que estamos, estas incoherencias entre la información que llega hasta el cerebro sitúan al cerebro ante el dilema de un posible peligro, por lo que detiene sistemas orgánicos como la digestión y la locomoción y activa estrategias de defensa como la que se presenta ante una intoxicación por alimentos. Tras una travesía larga el cuerpo se acomoda a la nueva situación pero al volver a tierra vuelve a desajustarse y se presenta el denominado 'mareo de tierra', que requiere de un nuevo reajuste.
4. Un palomo llamado Sher Ami
Porque no todos los grandes protagonistas de la Historia humana han sido de nuestra especie, Alonso recoge la odisea de una paloma mensajera durante la Primera Guerra Mundial que logró salvar la vida a 194 soldados supervivientes de 500 que habían quedado atrapados entre fuego amigo y el bando alemán sin comida ni munición. Aunque maltrecha, el ave fue recuperada por las tropas aliadas y recibió por su hazaña la Cruz de Guerra francesa por sus heroicos servicios. Hoy se conserva en el Museo Nacional de Historia de América del Instituto Smithsonian.
Hoy en día se sabe que las aves emplean una variedad de información coordinada para recordar el camino a casa: olfato, campos magnéticos, señales visuales, etc. También se sabe que las condiciones ambientales bajo las que se han criado llevan a las palomas a elegir unas vías de información frente a otras. Aún así, existen todavía algunas incógnitas sobre el sistema de orientación de estas aves, que se hacen patentes en las contradicciones entre ejemplares descubiertas en los distintos estudios científicos llevados a cabo.
5. El invierno del hambre
Al final de la II Guerra Mundial parte de Holanda quedó bloqueada por las tropas alemanas, que forzaron un embargo en el transporte de alimentos a la zona, lo que causó una hambruna en la población de este país desarrollado en la que se calcula fallecieron unas 20.000 personas.
Debido a este acontecimiento histórico se han podido conocer los efectos del hambre en el ser humano y en las generaciones siguientes. El campo de estudio de la epigenética, que se podría definir de forma amplia como la interacción de genes y ambiente, ha mostrado cómo los descendientes de estos holandeses sometidos al hambre desarrollaron una talla física menor y fueron más propensos a enfermedades en comparación a generaciones anteriores.
"En tiempos de guerra se presentan situaciones que son objeto de estudio por la ciencia y base de conocimientos que no se podrían extraer de una situación experimental no planteable por motivos éticos y de salud, como es el caso del hambre", comenta Alonso.
En este sentido, otro de los capítulos del libro se ocupa de un grupo de individuos que por sus creencias religiosas se habían negado a participar en la II Guerra Mundial pero que se prestaron a un experimento ('Minnesota Starvation Experiment') a finales de la guerra para evaluar las consecuencias del hambre en el ser humano sano y buscar vías para afrontar la gran carestía de alimentos que se esperaba tras el conflicto bélico en Europa y Asia.