MADRID, 16 Nov. (EDIZIONES) -
La onicofagia, nombre científico de la costumbre de morderse las uñas, es un hábito compulsivo. Sin diferencias apreciables en cuanto al sexo del que lo hace, comienza en la infancia, a partir de los tres años, cuando afecta al 30 por ciento de los niños entre siete y diez. Este porcentaje aumenta hasta entre un 45 y 50 por ciento en el caso de los adolescentes y disminuye hasta un 10 por ciento aproximadamente en los adultos.
"Aunque los porcentajes pueden subestimarse, ya que se tiende a negar o ignorar los hábitos negativos, lo que complica el diagnóstico", precisa en una entrevista con Infosalus la médico de familia en el Hospital Vithas Xanit Internacional (Benalmádena) y en Vithas Xanit Fuengirola, la doctora Olga Orozco.
Morderse las uñas no está clasificado como trastorno psicológico, pero "los especialistas advierte de que se trata de una conducta reiterativa que pudiera clasificarse dentro del espectro obsesivo compulsivo", matiza la experta, que precisamente relaciona el hábito con la ansiedad.
"Aunque pueden ser distintos los motivos que lleven a alguien a tener esta conducta, morderse las uñas es un hábito nervioso relacionado con la ansiedad", explica la doctora Orozco, que agrega que "si no se encuentran otros mecanismos alternativos para paliar y/o contrarrestar esa ansiedad, morderse las uñas se convierte en una forma eficaz, aunque patológica, de disminuirla puntualmente".
De hecho, todas las personas que se muerden las uñas "coinciden en la afirmación de que no pueden controlar este hábito, no tienen conciencia de que lo están realizando y cuando lo están llevando a cabo tienen serias dificultades para parar", desvela la médico de familia.
Quien se muerde las uñas suele morderse las de las manos y todas por igual. Además, "no existe diferencia respecto a si sólo se las muerde o si se las come", detalla la doctora Orzoco. La clasificación en cuanto al grado del hábito está relacionada con la extensión que abarca el problema. "Un mordedor compulsivo de uñas puede estar tentado a comer no sólo éstas, sino también la cutícula y la piel de alrededor", precisa la experta.
Desde el punto de vista psicológico, morderse las uñas "también se asocia a sentimientos de culpa y vergüenza en la persona que tiene este hábito, sobre todo en el caso de los niños", según la médico de familia, lo que "además de una reducción de la calidad de vida, supone un aumento en la estigmatización en los círculos familiares y sociales".
Morderse las uñas, aunque pueda parecer inocuo para la salud, no lo es. La doctora Orozco destaca que, en el plano físico, "las consecuencias más graves tienen lugar en dientes, encías y en las propias uñas".
En primer lugar, "el repiqueteo constante de un incisivo contra el otro para morderse las uñas provoca que los incisivos superiores e inferiores se desgasten, siendo notorio el daño producido en el esmalte dentario tras cada acción de mordida", explica la experta.
Además, "morderse las uñas facilita el transporte de gérmenes que se ocultan bajo las mismas, como bacterias, virus y hongos que entran en contacto con la flora de la boca y pueden producir infecciones a nivel oral y digestivo", continúa la doctora Orozco.
En cuanto a las uñas en concreto, "se producen microtraumatismos a lo largo de todo el lecho ungueal, provocando la deformación de los dedos y la alteración de su anatomía: aparición de panadizos, padrastros y verrugas por la infección del a piel que rodea a la uña, que hacen que el dedo se inflame y duela y, en casos extremos, existe el riesgo de perder la uña de forma permanente", avisa la médico de familia.
OLVÍDATE DE LOS ESMALTES AMARGOS, MEJOR AYUDA PSICOLÓGICA
La doctora Orozco señala que morderse las uñas se convierte en automático, inconsciente, por lo que "la persona se acaba llevando las manos a la boca en cualquier situación como si fuera una rutina mecánica". Y, para superarlo, no sirven los remedios populares, como aplicar esmalte amargo sobre las uñas. Es necesaria la ayuda psicológica.
"La creencia popular habla de cubrir las uñas con esmaltes o sustancias amargas que provoquen el rechazo de la persona en el intento por llevarse los dedos a la boca. Sin embargo, se trata de un método poco eficaz", desmiente la experta, que insiste en que "lo más recomendable" es la ayuda psicológica, ya que el hábito "está relacionado con un bajo nivel de autoestima, sentimientos de tristeza e incapacidad para controlas las conductas compulsivas".
Así, los psicólogos utilizan sobre todo el Método de Inversión del Hábito, que tiene unas tasas de éxito de hasta el 80 por ciento. Se basa en que el sujeto tome conciencia de los momentos en los que se muerde las uñas. Incluye varias acciones.
Tiene que "identificar todas las situaciones en las que es probable que se muerde las uñas y anotar la frecuencia diaria con que se hace", según la doctora Orozco, que agrega que el siguiente paso es "realizar acciones físicamente incompatibles con morderse las uñas cuando se produzca la tentación de mordérselas, como coger una moneda del suelo, coger un clip de la mesa o despegar una cinta adhesiva".
Por su parte, los ejercicios de relajación también son importantes en este sentido, y también lo es "cuidarse a diario las uñas, hacerse la manicura, y mostrarlas constantemente a los demás", concluye la médico de familia.