Las mascarillas y los confinamientos intermitentes pueden evitar un segundo brote

Luca, un cliente en el restaurante Quercus, se coloca la mascarilla tras desayunar. En Madrid (España), a 8 de junio de 2020.
Luca, un cliente en el restaurante Quercus, se coloca la mascarilla tras desayunar. En Madrid (España), a 8 de junio de 2020. - Eduardo Parra - Europa Press
Actualizado: jueves, 11 junio 2020 21:27


MADRID, 10 Jun. (EUROPA PRESS) -

El uso de mascarillas en toda la población mantiene el número de reproducción del coronavirus por debajo de 1, y evita que se produzcan nuevas oleadas del virus cuando se combinan con confinamientos intermitentes, según sugiere un estudio de modelización de las universidades de Cambridge y Greenwich (Reino Unido).

La investigación sugiere que los confinamiento por sí solos no detendrán el resurgimiento del SARS-CoV-2, y que incluso las mascarillas caseras de eficacia limitada pueden reducir drásticamente las tasas de transmisión si son usadas por suficientes personas, independientemente de si muestran síntomas.

"Nuestros análisis apoyan la adopción inmediata y universal de las mascarillas por el público. Si el uso generalizado de mascarillas por el público se combina con el distanciamiento físico y algún tipo de confinamiento, puede ofrecer una forma aceptable de manejar la pandemia y reabrir la actividad económica mucho antes de que haya una vacuna que funcione", explica Richard Stutt, autor principal del trabajo, que se ha publicado en la revista 'Proceedings of the Royal Society Academy'.

El nuevo coronavirus se transmite a través de gotas en el aire cargadas con partículas de SARS-CoV-2 que son exhaladas por personas infectadas, particularmente al hablar, toser o estornudar. Para el estudio, los investigadores de Cambridge trabajaron en la vinculación de la dinámica de la propagación entre los individuos con modelos a nivel de población, para evaluar diferentes escenarios de adopción de mascarillas combinadas con períodos de encierro.

El modelado incluyó etapas de infección y transmisión a través de las superficies así como del aire. Los investigadores también consideraron los aspectos negativos del uso de la máscara, como el aumento del contacto con la cara. El número de reproducción o 'R' (el número de personas a las que un individuo infectado transmite el virus) debe permanecer por debajo de 1,0 para que la pandemia se ralentice.

El estudio encontró que si las personas usan máscaras siempre que están en público es dos veces más efectivo para reducir el número 'R' que si las se usan sólo después de que aparecen los síntomas. En todos los escenarios de modelización, el uso rutinario de mascarillas en un 50 por ciento o más de la población redujo la propagación de COVID-19 a una R inferior a 1, aplanando las futuras ondas de la enfermedad y permitiendo confinamientos menos estrictos.

La propagación viral se redujo aún más a medida que más personas adoptaban máscarillas cuando estaban en público. La adopción de una máscarilla al cien por cien combinada con confinamientos intermitentes evitó cualquier resurgimiento de la enfermedad durante los 18 meses requeridos para una posible vacuna.

Los modelos sugieren que, aunque cuanto antes mejor, una política de adopción total de mascarillas puede prevenir una segunda ola aunque no se instigue hasta 120 días después de que comience una epidemia (definida como los primeros 100 casos).

El equipo investigó la eficacia variable de las mascarillas. Investigaciones anteriores muestran que incluso las mascarillas caseras hechas con camisetas o paños de cocina de algodón pueden demostrar un 90 por ciento de efectividad en la prevención de la transmisión.

El estudio sugiere que una población entera que usa mascarillas de solo 75 por ciento de efectividad puede traer un número 'R' muy alto de 4 hasta menos de 1 incluso sin la ayuda de los cierres. De hecho, las que solo capturan un mero 50 por ciento de las gotitas exhaladas seguirían proporcionando un "beneficio a nivel de la población", incluso si cuadruplicaran el propio riesgo de contaminación del portador a través del contacto frecuente con la cara y el ajuste de la máscara (un escenario muy poco probable).

Los investigadores señalan que las mascarillas caseras reducen principalmente la propagación de enfermedades al atrapar las partículas de virus del propio portador, que se respiran directamente en el tejido, mientras que el aire inhalado se aspira a menudo alrededor de los lados expuestos de la mascarilla.