El maltrato infantil altera el sentido del tacto y otros estímulos sociales

Niño, maltrato, abuso, infeliz
Niño, maltrato, abuso, infeliz - GETTY IMAGES/ISTOCKPHOTO / IPOLONINA - Archivo
Publicado: lunes, 19 agosto 2019 17:15


MADRID, 19 Ago. (EUROPA PRESS) -

Las personas con experiencias de maltrato en su infancia tienen una percepción diferente de los estímulos sociales cuando son adultos, según han descubierto científicos de la División de Psicología Médica de la Universidad de Bonn (Alemania).

Las personas traumatizadas encontraron los estímulos del tacto menos reconfortantes que las personas sin traumas. También mantuvieron una mayor distancia social hacia los extraños. Además, en su trabajo, publicado en la revista 'American Journal of Psychiatry', los investigadores descubrieron cambios en la activación de ciertas áreas del cerebro.

Estos investigadores entrevistaron a un total de 120 personas sobre sus experiencias con la violencia y las enfermedades acompañantes. Un total de 92 adultos (64 mujeres) fueron incluidos en el estudio. El requisito previo era que los participantes no sufrieran enfermedades neurológicas ni tomaran medicamentos para excluir estas influencias. Los científicos probaron la percepción sensorial acariciando la piel desnuda de las espinillas con una mano con un movimiento rápido o más lento.

"El tacto es de importancia central porque influye en el desarrollo del cerebro, proporciona una sensación del propio cuerpo y sirve como regulador del estrés", explica uno de los autores de la investigación, Dirk Scheele.

El contacto interpersonal es mediado a través de dos fibras nerviosas diferentes en la piel: Las fibras AB transmiten la información sensorial y responden principalmente a los toques más rápidos, mientras que las fibras C táctiles transmiten el bienestar emocional y son activadas principalmente por los toques lentos.

DETALLES DE LA INVESTIGACIÓN

En el experimento, los sujetos de prueba yacían en el escáner cerebral y no podían ver al investigador que realizaba los movimientos. Sus manos estaban en guantes de algodón para evitar el contacto directo con la piel. El sistema funcional de imágenes por resonancia magnética registró la actividad de las áreas cerebrales. Después de cada medición, se les preguntó a las personas de la prueba qué tan reconfortantes eran los toques.

Cuanto más pronunciadas son las experiencias de maltrato durante la infancia, más fuertemente reaccionan dos regiones del cerebro a los toques rápidos. La corteza somatosensorial se localiza en el cerebro aproximadamente por encima del oído y registra el lugar donde se produce el contacto.

"Esta área codifica las sensaciones hápticas y participa en la preparación e iniciación del movimiento corporal, por ejemplo, arrancando la pierna que ha sido tocada", apuntan los investigadores. La corteza posterior de la ínsula es un área profunda en el cerebro detrás del templo que es responsable de todas las percepciones del cuerpo como el tacto, el hambre, la sed y el dolor. Los autores resumen así el resultado: "En las personas traumatizadas, la actividad en estas dos áreas en respuesta a los toques rápidos se incrementa significativamente".

El hipocampo, por otro lado, se activaba mucho más débil durante los toques lentos cuando se habían tenido experiencias traumáticas en la infancia. La estructura cerebral, similar a la de un caballito de mar, sirve para la formación de la memoria y, por lo tanto, también almacena asociaciones negativas y positivas de estímulos. "Específicamente, la actividad del hipocampo podría reflejar cuán gratificante fue un toque en el experimento", explican. Los participantes más traumatizados pueden encontrar menos placentero un contacto lento y, por lo tanto, más cargado emocionalmente.

Además, los científicos investigaron la distancia social. Se pidió a los participantes que se acercaran a una persona que no conocían y que se detuvieran cuando la distancia fuera percibida como agradable. Fue significativamente mayor en las personas con traumatismos más graves, con un promedio de doce centímetros.

"Los resultados muestran que la percepción y el procesamiento sensorial de las personas con experiencias traumáticas en la infancia han cambiado", señalan. Tocar es menos reconfortante en comparación con las personas que no han sufrido malos tratos. Como muestran los análisis de control, no son las enfermedades relacionadas como la depresión o los ataques de ansiedad las responsables, sino la propia traumatización.