MADRID, 10 Oct. (EDIZIONES) -
La neuroplasticidad es la capacidad del cerebro para adaptarse, aprender, y cambiar a lo largo de la vida. Gracias a ella podemos aprender un idioma, recuperarnos tras un ictus, o adaptarnos a nuevas experiencias. Pero no todo son ventajas: ese mismo poder del cerebro también puede favorecer problemas como la adicción o el dolor crónico.
¿Cómo funciona este fenómeno y qué puedes hacer para potenciarlo de forma saludable sin caer en sus trampas? Entrevistamos para ello en Europa Press Salud Infosalus a Clara García Gorro, licenciada en Bioquímica por la Universidad Autónoma de Madrid, máster en Neuroimagen por el King's College London, y doctora en Neurociencia por la Universidad de Barcelona.
Nos cuenta que la neuroplasticidad o 'plasticidad cerebral' es un término general que engloba a muchos procesos, pero que se podría definir como "la capacidad de nuestro cerebro para moldearse por nuestras experiencias y adaptarse al ambiente".
EL VALOR DE LA INFANCIA
Se trata de un fenómeno que todos tenemos, según prosigue, y además durante toda la vida, pero en la primera infancia es cuando la neuroplasticidad es mayor: "Se suele decir que los niños absorben como esponjas, aprenden mucho en poco tiempo. Con los años perdemos capacidad plástica, pero sí es algo que seguimos teniendo y hace que podamos aprender, adaptarnos a una nueva cultura, o seguir cambiando a lo largo de toda la vida".
La también autora de Cerebrotes (Roca Editorial), el manual sobre el que la entrrevistamos, subraya que la neuroplasticidad "está ahí", aunque no la trabajemos en exceso, pero sí hay ciertas cosas que la fomentan, como aprender una nueva habilidad, ya sea un idioma, hacer cerámica, o tocar un instrumento musical. "La actividad física además puede promover un tipo concreto de neuroplasticidad, que es la formación de nuevas neuronas", precisa.
QUÉ LIMITA NUESTRA NEUROPLASTICIDAD
Sobre qué puede limitar la neuroplasticiad Clara García Gorro señala que algunos ejemplos serían seguir siempre las mismas rutinas sin cambiar nada en nuestro día a día, no aprender cosas nuevas, ni realizar tareas que requieran un esfuerzo mental, el aislamiento social, o el sedentarismo.
"En general, todo lo que tiene que ver con la pasividad y con la falta de estímulos. Esto no quiere decir que no podamos descansar. Al contrario, el descanso y el sueño son fundamentales, pero es interesante incorporar alguna actividad en nuestra vida que suponga cierto desafío si nos interesa trabajar la plasticidad cerebral", destaca esta doctora en Neurociencia.
Aquí advierte de que solemos hablar de la neuroplasticidad como un 'superpoder', pero tiene su lado oscuro, apuntando a la adicción y al dolor crónico. "Nuestro cerebro es muy bueno detectando novedades y cosas que nos sorprenden y esto, que tiene que ver con la dopamina y con el sistema de recompensa, puede llegar en algunos casos a producir una adicción. No todo el mundo tiene la misma susceptibilidad y no todas las personas desarrollarán una adicción a lo largo de su vida, ni mucho menos, pero el hecho en sí de tener un cerebro plástico que aprende con la experiencia nos hace vulnerables".
Por otro lado, comenta esta experta que el dolor nos da información útil que nos ayuda a actuar de manera adecuada. Por ejemplo, si tenemos una lesión, el dolor hará que movamos menos esa parte del cuerpo.
"Para que ocurra ese dolor ante un movimiento mínimo tiene que haber un cambio en las neuronas que inervan esa parte del cuerpo, que las haga más sensibles para que el cerebro interprete como dolorosos estímulos que antes no lo eran. A veces, estos cambios permanecen demasiado tiempo, cuando ya no hay ese daño, de manera que la neuroplasticidad pueda resultar en dolor crónico", concluye.