MADRID, 10 May. (EUROPA PRESS) -
Una nueva investigación de los investigadores del Hospital Brigham y de Mujeres (BWH, por sus siglas en inglés), en Estados Unidos, sugiere que las bacterias que viven en el intestino pueden influir de forma remota en la actividad de las células en el cerebro que están implicadas en el control de la inflamación y la neurodegeneración, como se detalla en un artículo publicado en 'Nature Medicine'.
Mediante el uso de modelos preclínicos de esclerosis múltiple (EM) y muestras de pacientes con EM, el equipo encontró evidencia de que los cambios en la dieta y la flora intestinal puede influir en los astrocitos en el cerebro y, en consecuencia, la neurodegeneración, lo que apunta a posibles dianas terapéuticas.
"Por primera vez, hemos podido identificar que la comida tiene algún tipo de control remoto a través de la inflamación del sistema nervioso central", apunta el autor Francisco Quintana, investigador en el Centro Ann Romney para las Enfermedades Neurológicas en el BWH. "Lo que comemos influye en la capacidad de las bacterias en nuestro intestino para producir moléculas pequeñas, algunas de las cuales son capaces de hacer todo el camino hasta el cerebro. Esto abre un área que ha permanecido en gran parte desconocida hasta ahora: cómo el intestino controla la inflamación del cerebro", añade.
Investigaciones anteriores han sugerido una conexión entre el microbioma intestinal y la inflamación del cerebro, pero no se sabía cómo los dos están relacionados y cómo la dieta y los productos microbianos influyen en este sentido. Para explorar esta conexión adicional, Quintana y sus colegas realizaron un análisis de transcripción de todo el genoma sobre los astrocitos --células en forma de estrella que residen en el cerebro y la médula espinal-- en un modelo de ratón de esclerosis múltiple, identificando una vía molecular implicada en la inflamación.
Los investigadores encontraron que las moléculas derivadas del triptófano de la dieta (un famoso aminoácido presente en el pavo y otros alimentos) actúan sobre esta vía y que, cuantas más de estas moléculas están presentes, más capaces fueron los astrocitos de limitar la inflamación del cerebro. En muestras de sangre de pacientes con esclerosis múltiple, el equipo descubrió bajos niveles de estas moléculas derivadas del triptófano.
"Los déficits en la flora intestinal, en la dieta o en la capacidad de absorción de estos productos de la flora intestinal o el transporte desde el intestino pueden llevar a déficits que contribuyen a la progresión de la enfermedad", subraya Quintana, cuyo equipo planea investigar esta vía y el papel de la dieta en futuros estudios para determinar si los nuevos hallazgos se pueden traducir en objetivos para la intervención terapéutica y biomarcadores para el diagnóstico y detección del avance de la enfermedad.