MÁLAGA, 25 May. (EUROPA PRESS) -
Un equipo científico integrado por investigadores de la Universidad de Málaga (UMA) y del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) ha revisado más de una treintena de trabajos científicos publicados a nivel mundial desde enero de 2020 --33 artículos y 112 referencias-- sobre el efecto de las variables atmosféricas, principalmente, temperatura y humedad, en la propagación e incidencia del nuevo coronavirus (SARS CoV-2).
El estudio, liderado por el profesor de Geografía de la Universidad de Málaga Oliver Gutiérrez, ha sido publicado en la revista Investigaciones Geográficas, y concluye que, hasta el momento, no existe evidencia científica sólida que respalde la afirmación de que el aumento de las temperaturas primaverales y, sobre todo, el incremento de las mismas durante el verano, pueda contribuir a limitar la progresión del SARS CoV-2 y la enfermedad asociada.
"En principio, la mayor parte de las investigaciones revisadas mostraban que sí existía cierta influencia del tiempo atmosférico y/o el clima en la distribución y el progreso de COVID-19. En concreto, un ambiente fresco y seco, en el contexto de un clima mesotérmico, parecía el más idóneo para su expansión", explica el investigador Gutiérrez, quien, sin embargo, señala que una proporción significativa de estos estudios "presentaron importantes deficiencias metodológicas que arrojan dudas sobre la validez de los resultados".
Además, los investigadores encontraron otros inconvenientes a la hora de evaluar la evidencia científica disponible. Más del 70 por ciento de los trabajos revisados no habían sido sometidos previamente a ningún proceso de revisión científica, lo que ha impedido, en algunos casos, determinar con exactitud cuáles han sido los conjuntos de datos utilizados y conocer los detalles necesarios sobre las metodologías empleadas para alcanzar los resultados en los que se basan las conclusiones de los mismos, según ha informado la UMA en un comunicado.
INFLUENCIA DE OTROS FACTORES
Igualmente, según los expertos, algunos de estos trabajos alcanzan dicha conclusión sin considerar el efecto de factores importantes de otra naturaleza, como los relacionados con la movilidad de la población, su densidad o la conectividad geográfica en un contexto socioeconómico globalizado.
"En el supuesto de que el tiempo y el clima influyan de alguna manera en la distribución del nuevo coronavirus, buena parte de las investigaciones revisadas sugieren este efecto partiendo de principios imprecisos, un marco de análisis incompleto, unos métodos inadecuados y hasta, en no pocos casos, conclusiones contradictorias, de acuerdo con los resultados obtenidos", sostienen.
Así, aseguran que el hecho de que en condiciones controladas --experimentales, fuera del cuerpo humano-- se haya demostrado que el SARS CoV-2 es sensible a las temperaturas que se alcanzan durante las estaciones más calurosas, a medida que estas aumentan el virus pierde viabilidad, "no supone que ello deba necesariamente tener una influencia detectable en la progresión de la enfermedad en las personas".
"El que se observe una relación 'estadísticamente significativa' entre temperatura y la incidencia de COVID-19 no significa que exista una relación directa causa-efecto entre ambas variables. Dicha relación puede estar mediada por otros factores como, por ejemplo, la distribución, densidad y movilidad de la población", aseguran.
La consecuencia de la revisión de la literatura científica es clara, a juicio de los investigadores: "En relación con el clima, hay que mantener exactamente las mismas medidas de contención y distanciamiento social, con la misma intensidad y aplicando los mismos criterios sanitarios que en cualquier otra estación".
"No hay ningún motivo para relajarse y bajar la guardia, no hay ninguna evidencia de que el verano pudiera representar una tregua", concluye el profesor de la UMA.