MADRID, 5 Jun. (EUROPA PRESS) -
Un nuevo trabajo asegura los factores ambientales y del desarrollo temprano pueden contribuir a la ansiedad en la adolescencia, según la evidencia recabada por la Universidad de Southampton (Reino Unido) y la Agencia para la Ciencia, la Tecnología y la Investigación (ASTAR) de Singapur.
En un artículo de 'Perspectiva', los investigadores de las citadas instituciones, Mark Hanson y Peter Gluckman exploran cómo el estrés materno, la calidad del cuidado y las condiciones ambientales tempranas pueden influir en el desarrollo de las funciones ejecutivas y la regulación emocional en los niños, y cómo estos factores contribuyen a la aparición de trastornos de ansiedad en los jóvenes.
Cada vez hay más evidencia que revela un aumento significativo de los trastornos de ansiedad entre los adolescentes de 12 a 19 años, especialmente en países en desarrollo como Estados Unidos, lo cual no puede explicarse completamente por eventos estresantes contemporáneos como la pandemia de COVID-19.
Este patrón sugiere que factores sociales o del desarrollo más amplios y a largo plazo están impulsando la creciente prevalencia de la ansiedad adolescente. En este artículo, Hanson y Gluckman destacan cómo las condiciones ambientales en las primeras etapas de la vida, incluso antes del nacimiento, pueden influir significativamente en el desarrollo cerebral de un niño, en particular en los sistemas responsables de la regulación emocional y la función ejecutiva.
Según los autores, estas señales tempranas pueden "preparar" a los niños para la adversidad, pero si las amenazas anticipadas nunca se materializan por completo a medida que crecen, estas respuestas emocionales intensificadas pueden conducir a trastornos de ansiedad, especialmente en la adolescencia.
Este desajuste se ve agravado por los rápidos y dinámicos cambios sociales y tecnológicos que enfrentan los jóvenes. "Las sociedades se enfrentan a una creciente carga de problemas de salud mental, especialmente entre los jóvenes. Si bien se necesitan intervenciones adecuadas para ayudar a quienes ya están afectados, los enfoques preventivos también son cruciales", escriben Hanson y Gluckman.
"Las soluciones deberán adoptar una perspectiva del ciclo de vida, lo que implica una reflexión más cohesiva sobre el apoyo parental y de los cuidadores, así como sobre la primera infancia, por parte de los responsables políticos de los ámbitos de la salud, la educación y el bienestar social", señala.