MADRID, 4 Jul. (EUROPA PRESS) -
Investigadores del Medical College of Georgia en la Universidad de Augusta (Estados Unidos) están trabajando para cortar los largos y flexibles apéndices que permiten a la bacteria común 'Campylobacter jejuni' abrirse camino desde las aves de corral poco cocinadas y los cursos de agua naturales hasta nuestro tracto intestinal, donde hace que millones de personas enfermen cada año.
El 'Campylobacter jejuni' es la causa más común de diarrea, vómitos y dolor de estómago en el mundo, con unos 140 millones de casos en todo el mundo y más de 30.000 muertes al año, principalmente en niños menores de 5 años.
"La motilidad es la "bala mágica" para esta bacteria, que utiliza sus largos y finos flagelos, similares a brazos flexibles, para maniobrar la espesa mucosidad de nuestro tracto gastrointestinal, abrirse paso dentro de nuestras células intestinales y luego envolverse en una biopelícula protectora cuando se ve amenazada", explica el doctor Stuart A. Thompson, uno de los responsables del trabajo.
"En realidad, es muy buena para moverse, no sólo por el flagelo, sino por la forma espiral de la propia célula, de modo que se desplaza a través del moco", apunta la doctora Claudia Cox, otra de las responsables del trabajo.
Los ágiles flagelos, cada uno más largo que el cuerpo central en forma de sacacorchos de la bacteria, no se limitan a propulsar, sino que ayudan a agarrar y sujetar la célula que la bacteria está tratando de infectar y empujar hacia el interior, dice. Estos brazos esenciales, pegajosos debido a su revestimiento natural de azúcar, también desempeñan un papel en la construcción de la biopelícula que la protegerá de momentos difíciles como la escasez de alimentos o el exceso de oxígeno.
Cox y Thompson quieren detener a la omnipresente bacteria, potencialmente con una molécula segura que podría administrarse tan pronto como aparezcan los signos de la infección, como la diarrea y la fiebre, dirigiéndose a los elementos clave de su sorprendente movilidad. Pero primero tienen que identificar los mejores puntos de intervención.
Están estudiando la enzima CbrR, un llamado regulador de respuesta de la bacteria que le permite evaluar su entorno dinámico y hacer los ajustes que necesita para sobrevivir. También están examinando por primera vez en esta bacteria el "segundo mensajero", el di-GMP cíclico, que la enzima produce y utiliza para realizar esos ajustes; y más recientemente los aminoácidos que funcionan como bloques de construcción para los brazos largos de la bacteria.
Cox y Thompson han demostrado que el di-GMP cíclico es producido por el CbrR, que en este caso es un regulador negativo. Informaron el año pasado en la revista Microorganisms de que cuando el CbrR estaba presente, tanto la movilidad como la capacidad de producir biopelícula se veían obstaculizadas. Por ejemplo, la forma general de sacacorchos de la bacteria era la misma, pero los flagelos largos, finos y en constante movimiento eran MIA, dice Thompson.
"Resulta que el CbrR es un regulador de la motilidad, de los flagelos. La motilidad es el factor de virulencia más importante de Campylobacter. Es necesaria para la colonización, para la adhesión a las células del huésped y para la invasión, y para la formación de biopelículas", remachan.