MADRID 6 Mar. (EUROPA PRESS) -
Una revisión de las evidencias de investigaciones anteriores proporciona un nuevo apoyo a la posibilidad de que la evolución de cerebros más grandes en algunas especies fuera posible a través de una mayor inversión de energía de los padres en su descendencia, según publican los investigadores en la revista de acceso abierto 'PLOS Biology'.
Entre distintas especies, un mayor tamaño relativo del cerebro se asocia a beneficios cognitivos que favorecen la supervivencia. Sin embargo, los cerebros más grandes conllevan mayores costes energéticos. Investigaciones anteriores han examinado estos costes en adultos para profundizar en la comprensión de las tendencias evolutivas del tamaño del cerebro entre distintas especies. Sin embargo, pocos estudios se han centrado en los costes energéticos del cerebro en desarrollo de organismos jóvenes.
Para ayudar a llenar ese vacío, Carel van Schaik, del Instituto Max Planck de Comportamiento Animal de Constanza (Alemania), y sus colegas abordaron una aparente paradoja: cuanto mayor es el cerebro de una especie, más energía requiere durante su desarrollo, pero los cerebros grandes no son plenamente funcionales hasta mucho después de terminar su crecimiento.
Esto plantea el problema del huevo o la gallina, ya que la mayoría de las crías de las especies con cerebros más grandes deberían ser incapaces de satisfacer las demandas energéticas de sus propios cerebros en desarrollo, lo que plantea la cuestión de cómo pudo evolucionar un cerebro de mayor tamaño.
La hipótesis de los investigadores es que las especies de sangre caliente --que suelen tener cerebros mucho más grandes que las de sangre fría-- evolucionaron con una mayor inversión de energía parental en sus crías, lo que facilitó la evolución de cerebros más grandes.
Para examinar esta posibilidad, los investigadores revisaron las pruebas de estudios anteriores sobre la evolución de la inversión de energía parental en las crías. Las especies de sangre caliente invierten energía en sus crías mediante acciones como la producción de huevos, la lactancia, el suministro de alimentos, el transporte o acurrucarse para mantenerse calientes. La mayoría de las especies de sangre fría se limitan a liberar huevos.
Los análisis detallados demostraron que la mayor inversión de energía en las crías evolucionó paralelamente a la evolución de un mayor tamaño relativo del cerebro, y que esta mayor inversión también podría haber mejorado las posibilidades de supervivencia de las crías.
Estos resultados apoyan la hipótesis de que una mayor inversión de energía parental en las crías facilitó la evolución de cerebros más grandes, y que la incapacidad de proporcionar esa energía sostenida en especies que se limitan a poner huevos, a su vez, limitó la evolución de cerebros más grandes. Las investigaciones futuras podrían basarse en este estudio para arrojar más luz sobre cómo evolucionaron los cerebros más grandes.
Van Schaik añade que "la evolución del aprovisionamiento parental prolongado más allá de la fase de huevo desbloqueó una importante limitación evolutiva del tamaño del cerebro y, por tanto, desencadenó una expansión masiva del tamaño cerebral y del potencial cognitivo entre las aves y los mamíferos de sangre caliente. Casi todos ellos alimentan a sus crías después del nacimiento o la eclosión y tienen cerebros mucho más grandes que sus parientes de sangre fría", asegura.