MADRID, 12 Abr. (EUROPA PRESS) -
El insomnio infantil es una alteración del sueño que afecta entre el 20 y el 30 por ciento de la población infantil hasta la edad preescolar y, aunque sus causas pueden ir desde intolerancias alimentarias como el reflujo o el dolor, hasta alteraciones del sueño o psicológicas, en el 95 por ciento de los casos la causa del insomnio infantil es de tipo conductual, según explica el experto en medicina del sueño, el psicólogo Francisco Segarra.
El insomnio infantil se caracteriza por la dificultad para conciliar el sueño de forma autónoma y/o despertares nocturnos frecuentes durante la noche con incapacidad para volver a dormirse sin ayuda externa. También se presenta en forma de resistencia del niño a acostarse por la noche a la hora estipulada o una combinación de ambos.
El psicólogo Francisco Segarra, quien además es uno de los responsables de la Unidad de Gestión del Descanso de Olympia Quirónsalud, explica que la etiología del problema es multifactorial, incluyendo causas biológicas, médicas, circadianas, de neurodesarrollo y conductuales, y existen factores predisponentes, precipitantes y perpetuantes que deben ser analizados mediante un análisis funcional de la situación para llegar a un diagnóstico preciso de insomnio infantil por hábitos incorrectos.
Los datos de la bibliografía científica muestran un fuerte impacto del insomnio infantil en el niño con afectación diurna a nivel anímico, cognitivo, conductual, en su salud y en la calidad de vida. "Además provoca una disfunción familiar e incluso una repercusión sobre la calidad de vida y estado anímico de los padres", asevera Segarra. En este sentido, existen estudios que muestran una estrecha relación entre el insomnio infantil y la depresión en las madres.
"Por otro lado, estudios longitudinales muestran que el insomnio en la infancia puede continuar en la edad preescolar, escolar e incluso puede llegar a cronificarse de no implementar a tiempo un tratamiento adecuado", asegura.
Según el experto en medicina del sueño, el tipo de tratamiento en el insomnio infantil dependerá siempre de la causa que lo provoca por lo que es fundamental realizar un correcto diagnóstico antes de iniciar cualquier estrategia terapéutica.
En el insomnio infantil por hábitos incorrectos el tratamiento de elección son las intervenciones conductuales, basadas en los principios de la psicología del comportamiento. La psicología conductual se encuadra en un marco de compromiso con el método científico que implica, entre otros aspectos, que las intervenciones deben ser evaluables empíricamente.
"Estas intervenciones terapéuticas se basan en el supuesto de que las conductas y cogniciones 'disfuncionales' son susceptibles de ser modificadas controlando los reforzadores que las mantienen", matiza Segarra.
Para este experto existen tres grandes grupos bien diferenciados por edades de niños con insomnio: entre seis meses y cinco años (se estima en torno al 30 por ciento), entre seis y 12 años (prevalencia del 15 por ciento) y finalmente el grupo de adolescentes que aproximadamente está entre el seis y el ocho por ciento.
En este sentido, el experto explica que "la forma de presentación del insomnio es similar (insomnio de conciliación y/o de mantenimiento) pero las forma de abordarlo difiere significativamente".
De esta manera, en los niños más pequeños las pautas de conducta se enseñan a los padres "para que éstos las apliquen a sus hijos y se basan principalmente en técnicas de 'extinción'", en los niños mayores (6-12 años) "es necesaria la colaboración directa del niño y las estrategias terapéuticas (no farmacológicas) giran en torno al refuerzo positivo, las técnicas de distracción y la intención paradójica complementada con la reestructuración cognitiva".
Por último, en el caso de los adolescentes se debe prestar "especial atención a las alteraciones de ritmo circadiano que responderán bien a la cronoterapia, aunque habrá que estar atentos a la posibilidad del insomnio secundario a trastornos de ansiedad y/o del estado anímico", sostiene Francisco Segarra.
"El 94 por ciento de estudios demuestran que las intervenciones conductuales son efectivas, que más del 80 por ciento de niños tratados muestran mejoras clínicas significativas que se mantienen más allá de los 3-6 meses y en ninguno de los estudios revisados se evidencian efectos secundarios indeseados del tratamiento, sino más bien lo contrario", concluye Segarra.