MADRID, 1 Jun. (EUROPA PRESS) -
Un nuevo estudio realizado por investigadores del Hospital Infantil de Filadelfia (CHOP), en Estados Unidos, ha demostrado que la inmunoglobulina A (IgA), una proteína de anticuerpos que forma parte del sistema inmunitario, actúa como un "sintonizador" que regula el número de microbios que el organismo ve cada día, frenando la respuesta inmunitaria sistémica a estos microbios comensales y limitando el desarrollo de una desregulación inmunitaria sistémica, según publican sus autores en la revista 'Science Immunology'.
La deficiencia de IgA es la inmunodeficiencia primaria más común en todo el mundo, pero su presentación ha desconcertado a médicos e investigadores. Algunos pacientes presentan síntomas como infecciones recurrentes, enfermedades autoinmunes o alergias, mientras que otros no tienen ningún síntoma y sólo se dan cuenta de su estado de deficiencia de IgA a través de un hallazgo incidental en un análisis de sangre.
Esta variabilidad ha suscitado la pregunta de los investigadores de por qué muchas de las personas con deficiencia de IgA no están más enfermas.
"En la actualidad, si identificamos la deficiencia de IgA en un paciente mediante un análisis de sangre, no tenemos forma de saber si el paciente se volverá sintomático si aún no lo es, y no sabemos si desarrollará una inmunodeficiencia más grave ni cuándo", afirma Sarah E. Henrickson, doctora en Medicina y doctora en Medicina, profesora adjunta y médico adjunto de la División de Alergia e Inmunología del CHOP y coautora principal del estudio.
"Nuestro trabajo sienta las bases para poder responder a estas preguntas de importancia crítica al proporcionar una lente sobre cómo interactúan la IgA y el microbioma y cómo un desequilibrio en esa interacción podría conducir a una enfermedad sintomática", añade.
La IgA desempeña un papel en la lucha contra las enfermedades. Se encuentra principalmente en el tracto respiratorio y digestivo, pero también en la sangre, la saliva, las lágrimas y la leche materna. Para que se diagnostique la deficiencia de IgA, los pacientes deben tener más de 4 años y carecer de IgA, según se determine mediante un análisis de sangre, así como niveles séricos normales de IgG e IgM, sin otras causas conocidas de inmunodeficiencia.
Algunos investigadores han sugerido que quizá la IgM desempeñe una función de "reserva" en algunos pacientes con deficiencia de IgA, lo que explicaría por qué algunos pacientes son asintomáticos. Sin embargo, sigue sin estar claro cómo actúan conjuntamente la IgA secretora y la IgM en el sistema mucoso y si sus funciones son redundantes o distintas.
Para investigarlo más a fondo, los investigadores analizaron muestras de 19 pacientes pediátricos con deficiencia de IgA y 13 pacientes pediátricos de control, procedentes de 15 familias, y luego complementaron ese análisis con estudios de ratones con deficiencia de IgA. Pretendían responder a dos preguntas: cómo interactúan con los microbios de las mucosas los anticuerpos de las mucosas, como IgA e IgM, y los anticuerpos del sistema, como IgG, y cómo afecta la deficiencia de IgA al equilibrio del sistema inmunitario.
Analizando muestras de sangre y heces, los investigadores midieron los niveles de anticuerpos, identificaron las dianas microbianas de los anticuerpos IgA, IgM e IgG y realizaron perfiles inmunológicos para medir la activación del sistema inmunitario.
Al hacerlo, demostraron que, aunque las IgA, IgM e IgG se dirigen a conjuntos de microbios que se solapan, la función de la IgA es distinta de la de la IgM en la contención de los microbios comensales en el intestino, y la IgM sólo compensa modestamente la ausencia de IgA intestinal.
También determinaron que el 26% de los pacientes que presentaban deficiencia de IgA mediante análisis de sangre tenían niveles normales de IgA en las heces. Curiosamente, los pacientes con IgA fecal normal eran menos propensos a desarrollar desregulación inmunitaria y enfermedad clínica, como se demostró mediante el análisis inmunológico de los niveles de citocinas, mientras que los deficientes tanto en IgA sanguínea como fecal eran más propensos a tener citocinas inflamatorias elevadas y presentar síntomas clínicos.
Para validar sus hallazgos, los investigadores estudiaron ratones knockout que carecían de IgA. Al igual que los pacientes humanos, estos ratones presentaban citoquinas elevadas y desregulación inmunitaria. Los investigadores también hallaron microbios vivos en el tejido adiposo de los ratones knockout, lo que no ocurrió en los ratones sanos de control, lo que aporta más pruebas del papel de la IgA en la modulación de la exposición microbiana sistémica.
"Basándonos en estos resultados, proponemos que la IgA apoya la barrera intestinal para mantener el equilibrio adecuado de microbios comensales que interactúan con el sistema inmunitario, actuando como sintonizador para mantener el sistema inmunitario bajo control", explica el coautor principal Michael Silverman, profesor asistente y médico tratante en la División de Enfermedades Infecciosas del CHOP.
"Sin IgA que proteja el intestino, las bacterias comensales pueden pasar, aumentando la exposición sistémica del paciente a estos microbios y creando un entorno inflamatorio --añade--. Los estudios futuros con poblaciones de pacientes más grandes deben investigar los niveles de IgA en otros tejidos diana y determinar si estos hallazgos pueden utilizarse para predecir el curso de la enfermedad y los resultados".