MADRID, 24 Nov. (EUROPA PRESS) -
Un nuevo estudio dirigido por investigadores del Mount Sinai (Estados Unidos) señala que las herramientas actuales de detección cardíaca utilizadas para prevenir los infartos no logran identificar a casi la mitad de las personas que realmente están en riesgo de sufrir uno.
Los resultados, publicados en un breve informe en la revista 'Journal of the American College of Cardiology: Advances', ponen de manifiesto una importante deficiencia en la atención al paciente: que seguir las directrices de detección actuales puede conllevar la pérdida de oportunidades para la detección precoz de infartos y su prevención.
Los investigadores evaluaron la precisión de una herramienta ampliamente utilizada, la puntuación de riesgo de enfermedad cardiovascular aterosclerótica (EVA), y de una medida más reciente, llamada PREVENT, que agrega variables y está destinada a proporcionar una estimación más completa del riesgo cardiovascular junto con la detección de síntomas.
"Nuestra investigación demuestra que las herramientas de riesgo poblacionales a menudo no reflejan el riesgo real de muchos pacientes individuales", detalla el autor principal, el doctor Amir Ahmadi, profesor clínico asociado de medicina (cardiología) en la Escuela de Medicina Icahn del Hospital Mount Sinai. "Si hubiéramos visto a estos pacientes solo dos días antes de su infarto, a casi la mitad NO se les habría recomendado realizar más pruebas ni recibir terapia preventiva según las puntuaciones y guías de estimación de riesgo actuales".
"Este estudio sugiere que el enfoque actual, basado en puntuaciones de riesgo y síntomas como principales indicadores de prevención, no es el óptimo", continua el doctor Ahmadi. "Quizás sea hora de reconsiderar este modelo y avanzar hacia las técnicas de imagen de la aterosclerosis para identificar la placa silenciosa -la aterosclerosis temprana- antes de que se rompa".
En la práctica actual, los médicos calculan el riesgo cardiovascular aterosclerótico (ASCVD) de sus pacientes durante las consultas anuales de atención primaria. Esto se suele hacer en personas de entre 40 y 75 años sin antecedentes de cardiopatía. Este índice estima el riesgo de sufrir un infarto o un ictus en los próximos 10 años, teniendo en cuenta factores como la edad, el sexo, la raza, la presión arterial, el colesterol, la diabetes y el tabaquismo. Los médicos utilizan las calculadoras ASCVD o PREVENT para orientar las decisiones sobre el tratamiento preventivo, incluyendo la conveniencia de iniciar un tratamiento con estatinas.
Los cardiólogos también utilizan estas mismas calculadoras de riesgo como guía. A los pacientes con puntuaciones intermedias o altas se les suele recetar medicación para reducir el colesterol y se les puede derivar para pruebas adicionales. Aquellos con puntuaciones bajas o limítrofes, especialmente si no presentan síntomas como dolor torácico o dificultad para respirar, a menudo reciben tranquilidad y se les da el alta sin una evaluación más exhaustiva.
Sin embargo, este estudio reveló que, si los pacientes que sufrieron su primer infarto hubieran sido evaluados dos días antes, casi la mitad habría sido clasificada como de riesgo bajo o limítrofe y no se les habría recomendado terapia preventiva según el programa ASCVD, y más de la mitad habría sido clasificada de la misma manera según el programa PREVENT.
Para evaluar la eficacia de las herramientas de detección actuales, los investigadores realizaron un análisis retrospectivo de los datos de 474 pacientes menores de 66 años sin enfermedad coronaria conocida. Todos los pacientes recibieron tratamiento por su primer infarto de miocardio en Mount Sinai Morningside y el Hospital Mount Sinai de la ciudad de Nueva York entre enero de 2020 y julio de 2025.
El equipo recopiló información personal, incluyendo datos demográficos, antecedentes médicos, niveles de colesterol, presión arterial y la fecha de aparición de los primeros síntomas (dolor torácico o dificultad para respirar). Para cada paciente, se calculó el riesgo de enfermedad cardiovascular aterosclerótica (ECVA) a 10 años y se realizó una evaluación simulada como si el paciente hubiera sido evaluado dos días antes del infarto. Los pacientes se dividieron en cuatro grupos de riesgo: bajo (menos del 5%), límite (5-7,5%), intermedio (7,5-20%) y alto (más del 20%).
Los resultados se centraron en dos factores principales: quiénes habrían sido candidatos a tratamiento preventivo según su puntuación de riesgo y cuándo comenzaron los síntomas. En general, al 45% de los pacientes no se les habría recomendado terapia preventiva ni pruebas diagnósticas según las guías actuales basadas en la ASCVD, y este porcentaje aumentó al 61% al utilizar la nueva calculadora PREVENT.
La mayoría de los pacientes (60%) no presentó síntomas como dolor torácico o dificultad para respirar hasta menos de dos días antes del evento cardíaco, lo que demuestra que los síntomas suelen aparecer demasiado tarde para modificar el curso de la enfermedad. En conjunto, estos hallazgos revelan una deficiencia crítica en las estrategias de prevención actuales: los pacientes que parecen sanos según las medidas estándar pueden padecer ya una cardiopatía significativa y silenciosa. Confiar únicamente en las puntuaciones de riesgo y los síntomas retrasa el diagnóstico hasta que es demasiado tarde para la prevención.
"Cuando analizamos los infartos y los rastreamos hacia atrás, la mayoría ocurren en pacientes de bajo o intermedio riesgo. Este estudio destaca que una puntuación de riesgo baja, junto con la ausencia de síntomas clásicos de infarto como dolor de pecho o dificultad para respirar, lo cual es común, no garantiza la seguridad a nivel individual", aporta la doctora Anna Mueller, autora principal del estudio y residente de medicina interna en la Escuela de Medicina Icahn del Hospital Mount Sinai. "Nuestro estudio revela una deficiencia importante: las herramientas eficaces para el seguimiento de grandes poblaciones resultan insuficientes para guiar la atención individualizada. En cambio, los médicos deberían centrarse en detectar la placa en sí misma, en lugar de la enfermedad cardíaca sintomática, para un tratamiento más temprano, lo que podría salvar vidas".
Los investigadores afirman que se necesitan más estudios para profundizar en este trabajo, y que las futuras investigaciones deberían centrarse en optimizar las estrategias para mejorar la detección precoz y la prevención, incluidas las técnicas de imagen cardiovascular.