MADRID, 7 Nov. (EUROPA PRESS) -
Haber superado un infarto no siempre significa que todo volvió a la normalidad. La recuperación física suele ser solo la primera parte del proceso, pero el cuerpo —y especialmente el cerebro— puede seguir enviando señales tiempo después. Y algunas de ellas pasan completamente desapercibidas hasta que se manifiestan de forma inesperada.
EL CORAZÓN Y EL CEREBRO: UNA RELACIÓN MÁS ESTRECHA DE LO QUE PARECE
Ahora, una ivestigación de la Universidad Brigham Young sugiere que las personas que han sufrido un infarto podrían tener mayor riesgo de desarrollar ciertos problemas neurológicos más adelante, como la epilepsia de aparición tardía. No significa que vaya a ocurrir en todos los casos, pero sí que es algo que merece atención médica y seguimiento.
Los adultos mayores que sufren un infarto podrían tener mayor probabilidad de desarrollar epilepsia en el futuro, según un estudio de la Universidad Brigham Young en Provo (Estados Unidos) publicado en 'Neurology', la revista médica de la Academia Estadounidense de Neurología. Si bien el estudio muestra una relación entre estas afecciones, no prueba una causalidad.
"En adultos de mediana edad y mayores, la enfermedad vascular puede obstruir, debilitar o estrechar los vasos sanguíneos, y a menudo afecta a varias partes del cuerpo a la vez", asegura el autor del estudio, Evan L. Thacker, de la Universidad Brigham Young en Provo, Utah.
"Nuestro estudio halló que un primer infarto puede ser un indicador de enfermedad cerebrovascular, una afección que afecta a los vasos sanguíneos del cerebro, lo que puede aumentar el riesgo de epilepsia", afirma.
El estudio incluyó a 3.174 adultos que no habían sufrido un ictus ni tenían antecedentes de infarto o epilepsia al inicio del estudio. Tenían una edad media de 69 años y se les realizó un seguimiento durante un máximo de 30 años. Durante el estudio, 296 personas sufrieron un infarto, 120 desarrollaron epilepsia de inicio tardío (epilepsia después de los 60 años) y 794 fallecieron por causas vasculares distintas a un accidente cerebrovascular.
Las causas vasculares incluyeron infarto, insuficiencia cardíaca, arritmia, embolia pulmonar (un coágulo de sangre en los pulmones) y aneurisma aórtico (una dilatación en la arteria principal del corazón).
SEGUIMIENTO MÉDICO A LARGO PLAZO: LA CLAVE PARA REDUCIR RIESGOS
Entre las personas que sufrieron un infarto, siete de cada 1.000 personas-año desarrollaron epilepsia posteriormente, en comparación con dos de cada 1.000 personas-año que no lo sufrieron. Las personas-año representan tanto el número de participantes en el estudio como el tiempo que cada participante permaneció en él. Tras ajustar factores como la edad, el tabaquismo y el peso, los investigadores descubrieron que, después de un ataque cardíaco, las personas tenían aproximadamente el doble de probabilidades de desarrollar epilepsia de aparición tardía.
Los investigadores también analizaron si las personas con epilepsia de inicio tardío tenían un mayor riesgo de sufrir posteriormente un ataque cardíaco, pero no encontraron ninguna asociación significativa.
Asimismo, hallaron que la tasa de mortalidad por causas vasculares distintas a un accidente cerebrovascular fue de 99 muertes por cada 1.000 personas-año tras el desarrollo tardío de epilepsia, en comparación con 16 por cada 1.000 personas-año en quienes nunca desarrollaron epilepsia. Tras realizar los ajustes pertinentes, las personas que desarrollaron epilepsia en la edad adulta tardía tuvieron casi tres veces más probabilidades de morir por causas vasculares.
Una limitación del estudio fue que el número de personas que desarrollaron ambas afecciones fue pequeño, lo que hace que las estimaciones sean menos precisas.