MADRID, 23 Dic. (EUROPA PRESS) -
Una nueva investigación publicada en la revista científica 'The Journal of Physiology' ha descubierto por primera vez que los niveles de alcohol, incluso si son mucho más bajos que los limites legales, perjudican la coordinación mano-ojo. Por lo tanto, la conducción puede verse afectada por el consumo de una pequeña cantidad de alcohol, aunque el conductor se sienta bien y se encuentre dentro del límite legal.
En concreto, según esta investigación, la capacidad de procesar el movimiento visual, que es crucial para la coordinación mano-ojo en la conducción y otras actividades, se ve comprometida después de consumir el equivalente a menos de la mitad de cerveza, para una persona de unos 75 kilogramos de peso.
Los hallazgos del equipo de investigación, del Centro de Investigación Ames de la NASA, proporcionan nueva información sobre el impacto potencial del consumo mínimo de alcohol en actividades humanas de alto riesgo que dependen de un control visual y visuomotor agudo, como la conducción o el trabajo con maquinaria pesada.
La NASA está interesada en desarrollar métodos sensibles pero no invasivos para detectar deficiencias leves. En este trabajo, los investigadores utilizaron dosis bajas de alcohol para deteriorar de manera leve y reversible la función cerebral como un sustituto de otros factores de estrés que podrían afectar el rendimiento en entornos aeroespaciales, como la alteración de la gravedad o las condiciones atmosféricas, o en situaciones en tierra, como enfermedades neuronales, lesiones en la cabeza o privación del sueño.
Mediante esta técnica, muestran que un conjunto de mediciones oculares representa un nuevo enfoque ultrasensible para detectar los déficits de rendimiento, valioso para estudiar las deficiencias cerebrales de las personas en la Tierra y también en el espacio.
Aparte de este hallazgo específico para el deterioro inducido por el alcohol, este estudio demuestra cómo una colección especialmente diseñada de mediciones oculares no invasivas puede ser utilizada para medir déficits leves de procesamiento en el cerebro.
Para llevar a cabo el estudio, los investigadores midieron los movimientos oculares de los voluntarios, las respuestas de las pupilas y la alcoholemia, múltiples veces durante el día mientras realizaban una tarea especialmente diseñada, antes y después de beber alcohol.
Al azar, se asignó a los voluntarios una bebida mezclada que contenía una cierta cantidad de alcohol logrando los niveles máximos de concentración de alcohol en sangre más altos (0,06%) o más bajos (0m02%) de manera que no eran conscientes de exactamente cuánto bebían en un día determinado.
La tarea consistía en mirar un conjunto de puntos en la pantalla de una computadora, y luego seguir con los ojos un punto que se movía en una dirección aleatoria, a una velocidad aleatoria. El punto comenzó a moverse en un momento aleatorio, por lo que adivinar no ayudaba.
Los investigadores calcularon entonces 21 medidas oculares diferentes que han demostrado evaluar el procesamiento neuronal en áreas específicas del cerebro que contribuyen a diferentes componentes de las respuestas de los movimientos oculares y de las pupilas.
Los participantes del estudio fueron hombres y mujeres, en su mayoría de 20 años, que beben una media de una o dos copas a la semana. Por lo tanto, los investigadores no han observado el impacto de la edad, ni han hecho pruebas con alcohólicos. Los investigadores se aseguraron de que los participantes durmieran toda la noche anterior y les pidieron que se abstuvieran de consumir alcohol y cafeína durante varias noches seguidas antes de la prueba.
En estudios futuros, los investigadores planean observar cómo sus mediciones oculares se ven afectadas por otros tipos de afecciones neurológicas, como las causadas por enfermedades degenerativas o exposiciones tóxicas. Usando el alcohol como referencia heurística, serán capaces de comparar cualquier nuevo deterioro con el causado por el consumo de un cierto número de bebidas alcohólicas.
"Nuestros hallazgos proporcionan una advertencia de que la experiencia subjetiva de la embriaguez a menudo no está alineada con el deterioro objetivo de la coordinación sensoriomotora. En otras palabras, la mayoría de las personas sienten que no están impedidas después de un trago, pero lo están en un grado significativo", explica Terence Tyson, primer autor del estudio.