MADRID 7 Dic. (EUROPA PRESS) -
Pagar en efectivo a las personas con obesidad por perder una cantidad específica de peso o completar actividades de reducción de peso funciona mejor que ofrecer herramientas gratuitas independientes, como programas de pérdida de peso, libros de dieta y dispositivos de fitness portátiles, según un nuevo estudio publicado en la revista 'JAMA Internal Medicine'.
Dirigido por investigadores de la Facultad de Medicina Grossman de la Universidad de Nueva York (Estados Unidos), el estudio hizo un seguimiento de los esfuerzos por perder peso durante un año de 668 hombres y mujeres de bajos ingresos, en su mayoría hispanos, cuyo peso medio al inicio del ensayo era de unos 100 kilos. Todos fueron asignados aleatoriamente a recibir uno de los tres conjuntos de incentivos durante seis meses, incluidos algunos que recibieron pagos en efectivo y otros que no recibieron ninguno.
Los resultados mostraron que ofrecer directamente a los participantes en el estudio dinero en efectivo, una media de 440 dólares (unos 417 euros) en total, por perder al menos el 5% de su peso corporal original (unos 5 kilos) fue lo más eficaz a corto plazo. El 49% de los que recibieron el dinero en efectivo perdieron esta cantidad de peso al cabo de seis meses. Esta cifra se redujo a sólo el 41% tras un año completo de seguimiento.
Del mismo modo, pagar a otros voluntarios del estudio una media de 303 dólares (unos 287 euros) durante el periodo inicial del estudio para que cumplieran sus objetivos de pérdida de peso, como asistir al menos a dos clases de asesoramiento sobre pérdida de peso cada mes, pesarse al menos tres veces por semana o hacer ejercicio durante al menos 75 minutos a la semana, también fue eficaz. Alrededor del 39% de estos participantes en el estudio perdieron el 5% de su peso inicial después de seis meses, y casi el 42% perdió la cantidad mínima de peso después de 12 meses de seguimiento.
A todos los participantes en el estudio se les ofreció un bono gratuito de un año para el programa Weight Watchers, que incluía clases, asesoramiento y consejos para perder peso. También se proporcionaron dispositivos de fitness (Fitbits), balanzas digitales y diarios de comidas para que los voluntarios del ensayo pudieran hacer un seguimiento de su peso durante el estudio y posteriormente.
Uno de cada cinco de los que no recibieron incentivos económicos y a los que sólo se les ofrecieron las herramientas gratuitas perdió el peso mínimo al cabo de seis meses. Pero esta cifra aumentó a casi un tercio al cabo de un año.
"Nuestro estudio aporta pruebas firmes de que ofrecer incentivos, especialmente recompensas en metálico, aunque sólo sea durante seis meses, ayuda a perder peso a las personas con medios limitados que luchan contra la obesidad --afirma la investigadora principal del estudio, la doctora Melanie Jay, profesora asociada del Departamento de Medicina y del Departamento de Salud de la Población de la NYU Langone Health--. Sin embargo, cualquier tipo de incentivo para perder peso puede funcionar, aunque sólo sea ofreciendo las herramientas para ayudar a hacerlo".
Jay advierte de que, aunque los resultados del estudio mostraron un beneficio a corto plazo, es necesario seguir investigando para ver si estas pérdidas de peso se mantienen durante muchos años y qué incentivos "de refuerzo" periódicos son necesarios, si es que los hay, para mantener las reducciones a largo plazo.
Además, mientras que los incentivos vinculados a la pérdida de peso real obtuvieron mejores resultados a corto plazo, los incentivos vinculados a los objetivos de pérdida de peso se igualaron al cabo de un año. Jay comenta que esto sugiere que las recompensas económicas centradas en objetivos pueden durar más que otras a largo plazo.
Los investigadores consideran necesario seguir investigando entre grupos más diversos en los que la obesidad es un problema para muchos, dice, y no sólo entre los hispanos urbanos que viven con obesidad. Entre estos grupos se encuentran los negros, los nativos americanos y los veteranos del ejército de los Estados Unidos, que han sido identificados por las agencias federales de salud como afectados desproporcionadamente por la obesidad.
Para el estudio, que se llevó a cabo desde noviembre de 2017 hasta mayo de 2021, los investigadores reclutaron voluntarios de clínicas hospitalarias en la ciudad de Nueva York y Los Ángeles, donde la dieta, la rutina de ejercicios y las reducciones de peso podrían ser fácilmente rastreadas a través de visitas mensuales.
La edad de los participantes oscilaba entre los 18 y los 70 años, y todos procedían de barrios con una renta media inferior a 40.000 dólares. Para los que recibían incentivos en metálico, los pagos se hacían mensualmente a medida que se perdía peso o se alcanzaban los objetivos.