MADRID, 4 Dic. (EUROPA PRESS) -
La inestabilidad residencial impacta directamente en el bienestar emocional y en la salud psíquica de las personas que viven en hogares vulnerables, que tienen diez veces más riesgo de peor salud, según el informe 'Cuando la casa nos enferma II', realizado por la asociación Provivienda, y cuyo objetivo es analizar los impactos emocionales de no tener una vivienda digna o estable.
Para la realización del estudio, el equipo ha analizado una muestra significativa de 645 personas beneficiarias de los programas de intervención residencial de Provivienda, así como de un total de 602 personas pertenecientes a población general en municipios de Madrid, Alicante y Tenerife, lo que conforma una muestra total de 1.247 encuestados.
En este sentido, según ha señalado uno de los investigadores y encargado de presentar el informe, Thomas Ubrich, la "crisis de asequibilidad y accesibilidad" de la vivienda protagoniza el contexto actual, ya que "el precio del alquiler aumenta, pero no se incrementan las rentas". Por ello, el estrés que provoca vivir en un alojamiento temporal, estar buscando una vivienda, así como la grave ruptura que puede ocasionar el abandono involuntario de la vivienda empeora la salud de las personas que viven en estos hogares.
Así, el 16,5 por ciento de los encuestados ha afirmado que sus condiciones de vivienda tienen mucha influencia en su calidad de vida y su salud, y un 19,1 por ciento han señalado que esta situación impacta enormemente en el bienestar emocional y psicológico.
Tal y como se señala en el estudio, el 12,4 por ciento de las personas con problemas de vivienda perciben su salud como "mala" o "muy mala", frente al 1,1 por ciento de la población en general, es decir, diez veces más. El impacto en el bienestar social y emocional es más grave también, ya que el malestar psicológico grave duplica su presencia entre la población con problemas de vivienda (38,4%), respecto al conjunto de la sociedad (19,9%).
Para evaluar el malestar psicológico, los investigadores se han basado en la evaluación de factores como la pérdida de sueño, la sensación de agobio o tensión, el sentimiento de tristeza, la pérdida de confianza en uno mismo, el nivel de felicidad y el sentimiento de no valía, entre otras.
"La vulnerabilidad residencial está asociada a vivir en una infravivienda, en una situación de hacinamiento o de pobreza energética, pero también a situaciones cada vez más habituales como la inestabilidad en la vivienda o el riesgo de perderla", ha explicado el investigador.
Ubrich ha detallado que el parámetro que se ha seguido en el estudio para calificar un hogar como infravivienda se relaciona con residir en condiciones de hacinamiento, esto es, tener menos de 15 metros cuadrados por persona; tener una vivienda muy mal conservada que necesite refomas importantes, y si estas viviendas tienen o no plagas de insectos y humedades.
De igual forma, para valorar la pobreza energética se ha tenido en cuenta si se disponía o no de calefacción, los cortes de suministro energético, y la temperatura tanto en invierno como en verano.
MÁS VULNERABILIDAD POR SER MUJER O PERSONA DISCAPACITADA
La vulnerabilidad aumenta si, además, se cumplen otros factores como ser mujer, tener algún tipo de discapacidad, vivir en soledad no deseada o ser parte de una familia monomarental. Las mujeres presentan situaciones de soledad no deseada dos veces más que los hombres, un 21,7 por ciento frente a un 11,6 por ciento.
Por su parte, las personas con discapacidad presentan un estado de salud claramente más deficiente, ya que una de cada cuatro personas con problemas de vivienda perciben su estado de salud malo o muy malo.
De esta forma, la vulnerabilidad residencial influye de forma más profunda en su bienestar emocional y psicológico, ya que el 29,4 por ciento declara que en su caso existe relación entre los problemas de vivienda y su malestar emocional, frente al 14,4 por ciento de la población general. En este sentido, la vivienda no adaptada es un freno a la inclusión residencial, la autonomía y para la estabilidad económica.
Asimismo, en cuanto a las familias monomarenales, cabe destacar que casi el doble de las mujeres solas con hijos con problemas de vivienda manifiesta tener un estado de salud muy malo frente el resto de población vulnerable.
La mayor incidencia de malestar psicológico en madres solas con hijos se traduce en alteraciones del sueño, sentimiento de agobio, incapacidad de disfrutar de las actividades normales de cada día, entre otras alteraciones. Es por ello que desde Provivienda han insistido en tratar la cuestión de la vivienda desde un enfoque de género y de infancia.
Por último, se ha destacado que cuatro de cada diez personas vulnerables que viven solas manifiestan que su situación residencial influye mucho en su calidad de vida y bienestar psicológico. Las personas solas, a menudo de edad avanzada, son especialmente vulnerables ante la ansiedad, el estrés y otras patologías.