MADRID, 18 Sep. (EDIZIONES) -
Podemos pensar que estamos en la Edad de Oro del conocimiento de la microbiota porque todo tiene que ver con la microbiota, actualmente hay miles de publicaciones científicas, y sale en los medios de comunicación todo el tiempo, pero en realidad nos encontramos en la Edad de Piedra del conocimiento sobre la microbiota.
"Nos faltan muchos estudios a nivel clínico, que sean elaborados con un gran número de pacientes. Ahora, hay muchos trabajos científicos, pero estos cuentan con pocos pacientes. Se necesitan estudios más amplios, estudios clínicos con placebo, unificar protocolos y, sobre todo, entender el mecanismo real de esos cambios en la microbiota para cada enfermedad, para poder proponer cambios para algunas personas concretas con determinadas enfermedades", subraya durante una entrevista con Europa Press Salud Infosalus el catedrático de Microbiología de la Universidad de Navarra Ignacio López-Goñi.
LA CONEXIÓN INTESTINO-CEREBRO
Precisamente, el profesor de la Universidad de Navarra acaba de publicar con La Esfera de los Libros 'Microbiota y salud mental', un libro en el que ahonda sobre esa conexión que hay entre las bacterias del intestino y del cerebro, y por el que charlamos con él en esta entrevista con Europa Press Salud Infosalus.
En él cuenta como, por ejemplo, en 2016, a un grupo de ratones les cambiaron todas sus bacterias intestinales por otras de personas con depresión, de forma que al cabo de unos días esos roedores se deprimieron. Se vio que sí, que la depresión se puede trasplantar, pero sólo en ratones.
Actualmente, en humanos esto no es posible, según explica este experto en microbiota, pero sí reconoce que se ha verificado la estrecha relación que hay entre nuestra microbiota y nuestras células, de forma que cuando se produce una alteración disminuye la diversidad y número de microorganismos dando lugar a una disbiosis en la microbiota que se llama.
Así, López-Goñi resalta que se han encontrado cambios en la composición de la microbiota en más de 300 enfermedades, desde la obesidad, hasta la diabetes, el parkinson, el autismo, la depresión, el Alzheimer, o en las enfermedades autoinmunes, entre otras muchas.
¿MEDICINA PERSONALIZADA TAMBIÉN PARA LA MICROBIOTA?
Insiste este catedrático de Microbiología en que el futuro que nos espera sobre el conocimiento de la microbiota es "apasionante"; un campo que, previsiblemente también, contemplará la medicina personalizada.
"Hace 20 años nos decían que nos secuenciarían nuestro genoma y se podría personalizaría el tratamiento, por ejemplo, del cáncer de mama, tal y como efectivamente se hace hoy. Quizá, en 20 años, analizarán nuestra microbiota, y dependiendo de cuál sea nuestro estado y nuestra patología podrán diseñar un probiótico específico para nuestra microbiota, o incluso un trasplante de microbiota sintético, donde se seleccionen o primen determinadas cepas de microorganismos para mejorar la calidad de vida de una persona con una determinada patología", advierte.
LA MICROBIOTA INFLUYE EN NUESTRO CEREBRO
Recuerda que actualmente manejamos numerosa evidencia científica sobre el hecho de que la microbiota intestinal influye en nuestro cerebro y en nuestro estado de ánimo. López-Goñi hace referencia a un estudio publicado en 2019, donde se analizaba la mmicrobiota intestinal de más de 3.000 personas y de distinto origen cultura y étnico.
"Aquí se vio que hay más de 13 grupos microbianos que se correlacionan con la depresión. En concreto, se ha visto que estos grupos bacterianos relacionados con la depresión disminuyen las bacterias que producen ácidos grasos de cadena corta que, a su vez, producen una serie de neurotransmisores, y aumentarían bacterias más proinflamatorias en el caso de las personas con depresión", resalta.
Luego cita que hay otros trabajos científicos en los que también se plasma cómo en el estrés, en la ansiedad, en la depresión, o en otras enfermedades como el alzheimer, o el parkinson también hay diferencias en su microbiota, y tiende a disminuir la diversidad bacteriana, y aumentan los microorganismos proinflamatorios.
UNA COMUNICACIÓN BIDIRECCIONAL
Y es que, este microbiólogo experto en microbiota cuenta que se da una comunicación bidireccional en ese "eje intestino-cerebro", de forma que, de alguna manera, el cerebro influye en las funciones intestinales y viceversa. Resalta aquí que una de las vías de comunicación es el nervio vago, uno de los 12 nervios craneales que comunica el cerebro con el sistema digestivo.
"En animales de experimentación se ha visto que, con algunos probióticos, se intenta solucionar el problema de la depresión, y estos productos pueden tener algún efecto beneficioso, salvo si no se secciona el nervio vago", remarca.
A su vez, sostiene que las bacterias intestinales son productoras de neurotransmisores como la serotonina, la dopamina, el cortisol, la noradrenalina, entre otros; y todo ellos asociados a una vida saludable.
Pero también señala que los compuestos ácidos grasos de cadena corta, sustancias de poco peso molecular, como el butirato o el acetato por ejemplo, se sabe que tienen funciones de permeabilidad intestinal, pero también de la barrera hematoencefálica y también son producto del metabolismo de las bacterias intestinales.
"Si a esto se le une cierta predisposición genética a una determinada enfermedad, y la edad, todo ello puede favorecer que esa comunicación entre el eje intestino cerebro se vea alterada, y termine en una alteración a nivel mental", concluye este catedrático de Microbiología.