MADRID 22 Ene. (EUROPA PRESS) -
Un nuevo estudio publicado en 'Cell Metabolism' por un equipo del Monell Chemical Senses Center (Estados Unidos), desentraña el cableado neuronal interno, revelando vías separadas para el ansia de grasa y azúcar, así como un resultado preocupante: la combinación excesiva de estas vías desencadena nuestro deseo de comer más que de costumbre.
El equipo utilizó tecnología de vanguardia para manipular directamente las neuronas de grasa o azúcar en el sistema nervioso vago y demostró que ambos tipos de neuronas provocan una liberación de dopamina en el centro de recompensa del cerebro en ratones. Descubrieron dos vías del nervio vago dedicadas: una para las grasas y otra para los azúcares. Estos circuitos, que se originan en el intestino, transmiten información sobre lo que hemos comido al cerebro, preparando el terreno para los antojos.
Para determinar cómo las grasas y los azúcares afectan al cerebro, el equipo estimuló los nervios vagos intestinales con luz. Esto, a su vez, indujo a los ratones a buscar activamente estímulos, en este caso comida, que activaran estos circuitos. Los resultados indicaron que el azúcar y la grasa son detectados por neuronas discretas del nervio vago y activan circuitos de recompensa paralelos pero distintos para controlar el refuerzo de nutrientes específicos.
Pero la historia no termina ahí. El equipo también descubrió que la activación simultánea de los circuitos de grasas y azúcares crea una poderosa sinergia. "Es como un doble golpe al sistema de recompensa del cerebro", explica el científico de , autor principal del estudio.
"Incluso si el total de calorías consumidas en azúcar y grasas sigue siendo el mismo, la combinación de grasas y azúcares conduce a una liberación significativamente mayor de dopamina y, en última instancia, a comer en exceso en los ratones".
Este hallazgo arroja luz sobre por qué hacer dieta puede ser tan desafiante. Los cerebros humanos pueden estar sutilmente programados para buscar combinaciones ricas en grasas y azúcares, independientemente de los esfuerzos conscientes por resistirse. "La comunicación entre nuestro intestino y nuestro cerebro ocurre por debajo del nivel de conciencia", concluye de Lartigue.
"Es posible que tengamos antojos de este tipo de alimentos sin siquiera darnos cuenta", añaden los investigadores. De esta forma, El equipo predice que esta línea de investigación ofrece esperanzas para el desarrollo futuro de estrategias y tratamientos contra la obesidad.