MADRID 10 Mar. (EUROPA PRESS) -
Un estudio del Instituto Maimónides de Investigación Biomédica de Córdoba (IMIBIC) ha detectado que entre pacientes con VIH hay una elevada incidencia de hepatitis E aguda, una variante del virus cuya incidencia no se había determinado hasta ahora.
Además, según los resultados que se han presentado en el Congreso sobre Retrovirus e Infecciones Oportunistas (CROI, en sus siglas en inglés) celebrado en Seattle (Estados Unidos), han determinado que las manifestaciones clínicas más frecuentes de esta infección son el síndrome febril de duración intermedia, con o sin elevación de enzimas hepáticas.
El trabajo ha sido liderado por Antonio Rivero Juárez, investigador del grupo de estudio del Sida (Gesida) de la Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clínica (SEIMC), y se basó en un estudio prospectivo con un total de 698 pacientes con VIH que no presentaban anticuerpos en sangre del virus E y fueron sometidos a un seguimiento de un año.
De este modo, vieron que la incidencia de la hepatitis E era de 7,2 casos por cada 100 pacientes al año, con una mayor impacto en el medio rural, donde la infección duplicaba su incidencia hasta los 17,4 casos por 100 pacientes.
En cambio, no se encontró relación entre la hepatitis E y otros posibles factores de riesgo relacionados con el VIH o con la coinfección por virus de la hepatitis B o C.
CUATRO GENOTIPOS
La infección por el virus de la hepatitis E es probablemente la principal causa de hepatitis aguda en el mundo, y por el momento se han descrito cuatro genotipos de características epidemiológicas y clínicas diferentes.
Así, los genotipos 1 y 2 se transmiten principalmente por el consumo de agua contaminada, y en menor medida por contacto persona-persona, afectando exclusivamente a humanos en forma de brotes epidémicos.
Por el contrario, los genotipos 3 y 4 son infecciones zoonóticas y endémicas, cuyos reservorios son los cerdos, jabalíes y otros animales de vida libre, transmitiéndose por contacto directo o consumo de carne de animales infectados.
Estudios recientes realizados en mataderos y cadenas de producción alimentaria europeas sugieren que la alta presencia del genotipo 3 en productos animales para el consumo humano y su diseminación a humanos a través de esta vía podrían llegar a ser importantes.