El programa llega a su decimotercer año y consolida a las personas de acogida como las "segundas familias" de los pequeños
LA CORUÑA, 29 Jul. (EUROPA PRESS) -
Más de 30 niños procedentes de Chernóbil y sus áreas de influencia pasan los meses de julio y agosto con familias gallegas al amparo de la contaminación originada por el accidente nuclear que se produjo en 1986 y que provoca que los pequeños lleguen debilitados por los efectos de la radioactividad.
Aquel 26 de abril de hace 22 años, un aumento súbito de potencia en el reactor cuatro de la central nuclear de Chernóbil produjo el sobrecalentamiento del núcleo y provocó la explosión del hidrógeno acumulado en su interior.
La cantidad de material radiactivo liberado, que se estimó fue unas 500 veces mayor que la liberada por la bomba atómica arrojada en Hiroshima, aún mantiene efectos a largo plazo sobre la salud pública. Aunque las conclusiones de los estudios son objeto de controversia, sí coinciden en que miles de personas afectadas por la contaminación han sufrido o sufrirán en algún momento de su vida efectos en su salud.
Algunos de ellos son los niños que gracias a la decimotercera iniciativa de la asociación 'Ledicia Cativa' acuden cada año a Galicia para pasar dos meses con sus "segundas familias", con la intención de "recuperar la salud rodeados del cariño familiar que les puede faltar en sus respectivos países", apuntó a Europa Press José Manuel Borrajo, vicepresidente de la asociación.
La mayoría de ellos repiten la experiencia porque "se adaptan con una facilidad increíble a sus nuevos hogares", indicó Carlos Taboada, quien tiene en su casa por tercer año consecutivo a Elisabeth, una niña de 11 años que se ha convertido en "la nieta pequeña" que sus hijos no le dan.
Procedentes de Rusia, Biolorusia o Ucrania los más pequeños aprovechan su estancia en Galicia para "hacer vida normal y pasar los 40 días necesarios para su recuperación", declaró Roberto Méndez, uno de los padres que no se para a pensar en el gasto que le supone a la economía familiar contar con Sheila durante este período, porque "verle la sonrisa y lo contenta que está lo compensa todo".
DISTINTAS PROCEDENCIAS
Además de actividades como la visita que hoy realizaron al cuartel de la Policía Nacional de Lonzas, en A Coruña, para "entender que hay una policía democrática y que está al lado de las personas", lo que más les llama la atención a los niños son "las comidas de los domingos con toda la familia y la televisión", subrayó Erik, que pasa su quinto verano en casa de sus "padres españoles".
Más complicado parece empezar a tratar con niños que tienen una procedencia tan diferente como orfanatos o casas de acogida. "Al principio, si no viene de un núcleo familiar normal, les cuesta un poco", comenta Carlos Taboada, quien recuerda que cuando le ponía la comida en la mesa a Elisabeth, "la niña no la soltaba y la rodeaba con sus brazos".
Sin embargo, superados los primeros obstáculos culturales y de idioma, todos los padres coinciden en que, cuando termina la estancia de los niños, están como locos para "que llegue el verano siguiente y tenerlos otra vez" a su lado.
Mientras eso no se produce, y al igual que sucede ahora con sus padres biológicos, la comunicación a través del teléfono y de las cartas es constante. "Queremos saber qué tal les va y si tienen algún problema que desde aquí podemos solucionar porque son como nuestros hijos", concluyó Carlos Taboada.