MADRID, 10 Abr. (EUROPA PRESS) -
Investigadores de la Universidad de Nottingham (Reino Unido) aseguran que las temperaturas más bajas pueden activar en el organismo la formación de grasa 'buena' a nivel celular, tras comprobar por primera vez que su desarrollo no está preprogramado durante los primeros años como se pensaba hasta ahora.
De hecho, los autores de este hallazgo que publica la revista 'Scientific Reports' han visto que incluso las células adultas pueden verse influidas por su entorno para cambiar el tipo de grasa que producen. Un hallazgo que podría tener implicaciones en cuestiones relacionadas con la obesidad o en la forma de controlar enfermedades como la diabetes.
Durante dos años los investigadores Virginie Sottile y Michael Symonds se dedicaron a observar cómo el cuerpo decide si producir tejido adiposo marrón, la conocida como grasa 'buena', ya que produce calor quemando grasa, azúcar y exceso de calorías y ayuda a regular el azúcar en sangre o el tejido adiposo blanco, o la llamada grasa 'mala', que almacena energía y se acumula, lo que provoca un aumento de peso con el tiempo.
La grasa parda se encuentra con mayor frecuencia en los bebés y en los animales que invernan, ya que es el método que tienen para mantenerse calientes en la naturaleza mientras están en su punto más vulnerable.
Sin embargo, en los últimos años los científicos han descubierto que hay una pequeña cantidad de grasa marrón o parda en los adultos, que es la que el organismo retiene para poder desarrollar más en determinadas condiciones.
"Se sabe desde hace bastante tiempo que la exposición a temperaturas más bajas puede promover la formación de grasa parda, pero el mecanismo por el que lo consigue aún no se ha descubierto. Se creía que la clave era el sistema nervioso y los cambios en la forma de comer cuando tenemos frío, pero ahora hemos visto que incluso con cambios bastante modestos de temperatura se pueden activar nuestras células madre para formar grasa parda a nivel celular", ha explicado Sottile.
Durante el estudio desarrollaron un nuevo sistema 'in vitro' hecho de células madre de médula ósea en el que estudiaron lo que sucedería si su temperatura ambiente cayera por debajo de 37 grados (la temperatura natural del cuerpo humano). Y de este modo, vieron que cuando el mercurio cayó a 32 grados se desencadenaba la producción de células grasas marrones.
"Este nuevo sistema nos dio una ventaja sobre los modelos de ratón anteriores ya que pudimos estudiar con mayor precisión cómo específicamente las células humanas se verían afectadas por una disminución de la temperatura", ha añadido.
Los autores aseguran que en el futuro este método podría usarse como un campo de pruebas para rastrear rápidamente posibles tratamientos y ver cómo determinadas moléculas específicas interactúan con las células. "Incluso podríamos usar las propias células de los pacientes para desarrollar un enfoque personalizado y descubrir cómo podemos lograr de manera más efectiva tratar enfermedades como la diabetes", según Sottile.