MADRID, 30 Nov. (EUROPA PRESS) -
En el segundo trimestre de embarazo, los fetos pueden detectar la luz pero no imágenes. Hasta ahora, se creía que las células sensibles a la luz en la retina en desarrollo eran simples interruptores de encendido y apagado, presumiblemente para establecer los ritmos de día y noche.
Sin embargo, científicos de la Universidad de California en Berkeley (Estados Unidos) han encontrado evidencia de que estas células, en realidad, se comunican entre sí como parte de una red interconectada, lo que le da a la retina de los bebés más sensibilidad a la luz de lo que se pensaba.
En el ojo en desarrollo, las células ganglionares de la retina son sensibles a la luz, y hay cerca de seis subtipos diferentes que se comunican con varios lugares del cerebro. Algunos hablan con el núcleo supraquiasmático para sintonizar el reloj interno con el ciclo día-oche. Otros envían señales al área que hace que las pupilas se cierren al exponerse a la luz brillante. Pero otros se conectan con áreas sorprendentes: la habénula, que regula el estado de ánimo, y la amígdala, que se ocupa de las emociones.
"Pensamos que las crías de ratón y el feto humano eran ciegos en este punto del desarrollo. Pensamos que las células ganglionares estaban allí en el ojo en desarrollo, que estaban conectadas al cerebro, pero que no estaban realmente conectadas a gran parte del resto de la retina, en ese momento. Ahora, resulta que están conectados entre sí, lo que fue algo sorprendente", explica Marla Feller, autora principal del estudio, que se ha publicado en la revista 'Current Biology'.
En ratones y monos, estudios recientes sugieren que estas células ganglionares también se comunican entre sí a través de conexiones eléctricas llamadas intersecciones, lo que implica mucha más complejidad en los ojos de roedores y primates inmaduros de lo que se imaginaba.
Los investigadores combinaron varias técnicas para mostrar que los seis tipos de estas células en la retina del ratón recién nacido se conectan eléctricamente, para formar una red retiniana que no solo detecta la luz, sino que responde a la intensidad de la luz, que puede variar casi mil millones de veces.
EL SISTEMA VISUAL DE LOS BEBÉS
Los investigadores también encontraron evidencia de que esta red se ajusta a sí misma de una manera que podría adaptarse a la intensidad de la luz, lo que "probablemente tiene un papel importante en el desarrollo", explica Feller.
"En el pasado, otras investigaciones demostraron que estas células sensibles a la luz son importantes para cosas como el desarrollo de los vasos sanguíneos en la retina y los ritmos circadianos. Este estudio parece argumentar que, en realidad, están tratando de codificar diferentes intensidades de luz, administrando mucha más información de lo que la gente había pensado anteriormente", concluye la científica.
El sistema visual de los bebés es inmaduro al nacer. Hay una parte innata y primitiva que reacciona a la luz y permite que abra los ojos enseguida después del nacimiento. Sin embargo, otras habilidades visuales las adquiere a lo largo del desarrollo, en especial a lo largo del primer año de vida.
Si todo está sano, ve desde el inicio de la vida, aunque con menos detalle, porque la retina tiene distintos fotorreceptores sensibles a la luz desde las primeras semanas de gestación. En cuanto a la visión del color, no se desarrolla hasta los 6 meses de forma más sutil, y luego el grado de maduración no llega hasta los dos años. Llegados los 10 años es cuando el niño ya ve completa y perfectamente, de forma precisa.