MADRID, 13 Mar. (EUROPA PRESS) -
El sueño interrumpido y de mala calidad en los primeros meses de la vida de un niño puede ser un indicador de depresión, ansiedad y problemas de comportamiento entre los niños pequeños, según un nuevo estudio. realizado por investigadores del Instituto de Salud Mental de la Universidad de Birmingham (Reino Unido), en colaboración con el Instituto Finlandés de Salud y Bienestar.
En su trabajo, publicado en la revista 'BMJ Pediatrics Open', encontraron una clara relación entre los problemas de sueño en la infancia, como los frecuentes despertares nocturnos, la corta duración del sueño o la dificultad para dormirse, y los problemas emocionales y de comportamiento particulares a los 24 meses de edad.
Aunque los problemas de sueño en la infancia son extremadamente comunes y su asociación con las dificultades de comportamiento durante el día está bien reconocida, este estudio muestra por primera vez cómo los problemas de sueño en la infancia y en la primera infancia se asocian con problemas emocionales y de comportamiento más tarde en la infancia.
El equipo estudió los resultados de dos cuestionarios sobre el sueño completados por padres en una gran cohorte de estudio con base en el sur de Finlandia. Para esta investigación, los investigadores obtuvieron información de casi 1.700 padres que completaron un cuestionario de referencia, e informaron sobre los hábitos de sueño de sus hijos a los 3, 8, 18 y 24 meses. Estos resultados se compararon con un cuestionario separado sobre síntomas emocionales y conductuales, que fue completado por 950 padres a la edad de 24 meses del niño.
Según sus hallazgos, la alta frecuencia de vigilias nocturnas a los 3 meses estaba fuertemente vinculada a problemas emocionales, conductuales y de autorregulación (la capacidad de controlar las emociones y los comportamientos) en los niños pequeños. Además, los bebés que experimentaban una menor duración del sueño, que tardaban más en dormirse y que experimentaban vigilias nocturnas frecuentes en diferentes etapas de la infancia temprana, eran propensos a encontrar problemas en la regulación de su comportamiento y emociones a la edad de 24 meses, lo que conducía a perturbar las emociones y los comportamientos, como las rabietas.
"Nuestros resultados muestran que los niños que duermen durante períodos más cortos, tardan más en dormirse y se despiertan más frecuentemente durante la noche tienen más probabilidades de mostrar problemas emocionales y de conducta en etapas posteriores de la infancia. Es probable que la calidad del sueño en estos primeros meses y el desarrollo de la autorregulación (la capacidad de controlar nuestro comportamiento) estén estrechamente entrelazados", asegura la líder del estudio, la española Isabel Morales-Muñoz.
El estudio sugiere que los problemas de sueño de los niños pueden deberse a una variedad de mecanismos, incluyendo factores genéticos y ambientales. "Los científicos creen que existen vínculos en el sistema nervioso central entre el comportamiento del sueño y nuestras emociones, por lo que es posible que estos vínculos tengan una base biológica. Los factores ambientales, como las prácticas de sueño en la familia, las reacciones de los padres al llanto y el estrés de los padres también juegan un papel importante en el sueño y el desarrollo socioemocional del niño", apunta la experta.