El 73% de los pacientes tratados con anticoagulantes clásicos no conoce que hay alternativas al tratamiento que recibe
MADRID, 17 Nov. (EUROPA PRESS) -
El coordinador de la Red 'La Salud del Paciente, por Delante' y del Grupo de Enfermedades Cardiovasculares de la Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitaria (Semfyc), José María Lobos, y el presidente de la Asociación Madrileña de Pacientes Anticoagulados y Cardiovasculares, Juan Manuel Ortiz Carranza, han denunciado "importantes" dificultades en el acceso a los nuevos anticoagulantes orales.
Con motivo de la presentación, este martes, del Día del Paciente Anticoagulado y del 'Estudio sobre el control, seguimiento y calidad de vida de los pacientes anticoagulados', llevada a cabo por el Consejo General de Enfermería (CGE), a iniciativa de Bayer y a través de la Red, los expertos han lamentado que los médicos de Atención Primaria de ocho comunidades autónomas no puedan prescribir los nuevos anticoagulantes a los pacientes que lo necesitan, aquellos que están mal controlados con los tratamientos clásicos --los fármacos con antivitamina K--.
Esta escasa prescripción ha sido achacada por Lobos a los profesionales médicos, porque "muchos" no conocen que existen estos nuevos tratamientos, a pesar de que llevan implantados en España cinco años, así como a las distintas administraciones, quienes, a su juicio, se han "asustado" al ver el "gran potencial" que tienen estos fármacos y que pueden beneficiar hasta el 30 por ciento de los pacientes anticoagulados.
"La responsabilidad es de las sociedades científicas, de los expertos y de la Administración, que ha machacado literalmente con mensajes de que no hay antídoto contra esta enfermedad y de que la adherencia va a ser pésima con los nuevos anticoagulantes. De hecho, en algunas comunidades no nos dejan usar más de un 10 por ciento de estos nuevos, a pesar de que tienen un precio --90 euros-- igual al de los antidepresivos, broncodilatadores o antiagregantes para el síndrome coronario agudo, que no tienen barreras en la prescripción", ha apostillado el experto.
Estas declaraciones han sido corroboradas por Ortiz Carranza, quien ha avisado de que no se prescriben porque su coste puede "desequilibrar" los presupuestos de las comunidades autónomas. "España es un país de trincheras porque las normativas del Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad cada comunidad las aprueba según le viene en gana", ha apostillado el presidente de la Asociación Madrileña de Pacientes Anticoagulados y Cardiovasculares.
Dicho esto, ambos han destacado los "importantes" beneficios de los nuevos tratamientos ya que son fármacos "coste-efectivos, eficaces y seguros" que, al mismo tiempo, disminuyen el número de ictus en comparación con las terapias clásicas.
"Más de un 40 por ciento de los pacientes con fibrilación auricular no valvular tratados con anticoagulantes clásicos en España presentan un mal control de la coagulación y, por tanto, están expuestos a un riesgo aumentado de ictus y otros embolismos y de hemorragias graves. Un riesgo que es mayor cuanto más se aleja del rango de control de INR óptimo", ha recalcado Lobos.
Asimismo, Ortiz Carranza ha agregado que los nuevos anticoagulantes han mejorado la vida de los pacientes que lo necesitan de una manera "muy significativa", por lo que ha insistido en la "lentitud" con la que se están implantando.
EL 73% DE LOS PACIENTES NO LOS CONOCE
Otro de los problemas en la implantación de estos fármacos es el desconocimiento por parte de los pacientes, y de los enfermos (casi el 50%), de su existencia. Así lo refleja el estudio del CGE que señala que el 73,7 por ciento de los pacientes anticoagulados con tratamiento clásico no conoce que hay alternativas a la terapia que recibe.
Además, tal y como ha informado al vicepresidenta del CGE, Pilar Fernández, el 78,1 por ciento de estos enfermos valoraría la posibilidad de cambiar de tratamiento, y el 44,7 por ciento reconoce que su principal preocupación en relación al tratamiento clásico es sufrir un ictus, una hemorragia tras un corte o un golpe (43,1%), no estar en rango (32,3%) y olvidarse de la dosis (30%).
Respecto a las razones que les llevarían a cambiar el tratamiento, un 29,4 por ciento reconoce que lo haría porque no precisa controles; un 25 por ciento porque le evitaría acudir al centro de salud tan a menudo; un 14,4 por ciento porque no necesita cambio de dosis y un 12 por ciento por la efectividad y la seguridad.
De aquellos que sí que toman los nuevos fármacos, el 83 por ciento dice que su calidad de vida ha mejorado "mucho o bastante"; el 72,7 por ciento cree que le dan más independencia al no tener que acudir a realizarse los controles; el 61,4 por ciento le tranquiliza el hecho de no tener que cambiar la dosis; y al 47,7 por ciento le evita el estrés de conocer los resultados de INR y si estarán o no en el rango terapéutico.
Asimismo, estos enfermos reconocen que cambiaron su tratamiento de las terapias clásicas a los nuevos anticoagulantes por problemas relacionados con los controles (49,1%). En concreto, por falta de tiempo para acudir a los controles (18,9%), por imposibilidad de acudir a los mismos (15,1%) o por el estrés que se deriva de hacérselos (15,1%).
Finalmente, consideran que las razones del cambio de tratamiento pasan por la complejidad del uso de las terapias clásicas (26,5%), mientras que el 24,5 por ciento hace referencia a la incompatibilidad con este.