Los expertos lo confirman: la mentira en los niños pequeños es buena señal

Archivo - Niña endada, madre regañando
Archivo - Niña endada, madre regañando - JACOB WACKERHAUSEN/ ISTOCK - Archivo
Infosalus
Publicado: lunes, 15 septiembre 2025 8:34

MADRID, 15 Sep. (EDIZIONES) -

   Cuando un niño de 3 o 4 años inventa que tiene un perro o asegura que no ha comido chocolate cuando lo has visto hacerlo, no significa que sea un mentiroso. En realidad, se trata de una fase clave en su desarrollo cerebral: está aprendiendo a distinguir entre realidad y fantasía, a usar la imaginación, y a comprender que los demás tienen pensamientos distintos a los suyos.

   Así, los expertos aseguran que estas primeras "mentiras" son un signo positivo de maduración, siempre que los padres sepan cómo reaccionar y convertirlas en una oportunidad educativa.

   De hecho, el catedrático de Psicobiología en la Universidad de Murcia, José María Martínez Selva, un estudioso de la mentira desde hace años y autor de varios libros sobre la materia, nos concede a Europa Press Infosalus una entrevista a raíz de la publicación de su último libro 'La nueva ciencia de la mentira' (Paidós).

   En esta conversación nos confiesa algo que inquieta a muchos padres, y es el porqué mienten los niños, señalando que los menores mienten "casi por las mismas razones que los adultos", si bien matiza que hay varios aspectos a tener en cuenta sobre la mentira de los más pequeños de la casa.

LAS PRIMERAS MENTIRAS: A PARTIR DE LOS 2 AÑOS

   Subraya que las mentiras en los menores empiezan a aparecer entre los 2 y los 4 años, de manera que las primeras mentiras suelen ser de protección, porque quieren evitar castigos o no enfadar a los cuidadores. "Lo que ocurre es que con el tiempo las mentiras que al principio son simples, y que se pueden detectar fácilmente, conforme van adquiriendo más habilidades de comunicación y más capacidades mentales y emocionales se vuelven más complejas", avisa.

   De hecho, Martínez Selva sostiene que los niños "mienten mucho" entre los 5 y los 8 años, pero en cuanto los demás las detectan llevan más cuidado al hacerlo, y luego al tener más habilidades encuentran más maneras de conseguir cosas que no sea a través del engaño. "Es cierto que la mentira revela hasta cierto punto en qué punto de desarrollo está el menor", afirma.

   Después hay mentiras que tardan más en aparecer, para no hacer daño a otro, o proteger al compañero o hermano; dice que son mentiras altruistas y que necesitan un mayor neurodesarrollo del menor para llevarlas a cabo.

LA MENTIRA EN LA INFANCIA: UNA SEÑAL DE DESARROLLO

   "De manera que el tipo de mentira nos dice cómo son las habilidades sociales del niño y vemos que se vuelven más complejas, e incluso en la adolescencia o preadolescencia iguales que las de los adultos, o las cuelan mejor, porque han adquirido capacidades mentales y habilidades sociales, como para saber cómo contarnos las cosas, ponerse en el lugar, tener cierta idea de los sentimientos y de nuestras emociones. Son cada vez más capaces de elaborarlas más y de engañarnos mejor", indica este catedrático de Psicobiología en la Universidad de Murcia.

   Sobre este aspecto también coincide la psicóloga Diana Jiménez, autora entre otros manuales de 'Disciplina positiva' (Grijalbo), donde aborda este asunto y nos explica en otra conversación con Europa Press Salud Infosalus que no es lo mismo mentir a los tres años que a los 10, o a los 15: "Muchos padres se hacen la pregunta equivocada: "¿Por qué mienten los niños?" La respuesta más frecuente es que los niños mienten para evitar consecuencias. Presienten que decir la verdad podría ser 'peor' y, por eso, inventan algo".

   Sin embargo, zanja esta cuestión asegurando que "las mentiras infantiles no tienen la misma intencionalidad que las de los adultos" puesto que el cerebro de los menores aún no está completamente desarrollado, y muchas veces sus mentiras son tan inocentes que resultan casi cómicas. "¿Quién no ha escuchado a un niño con la cara llena de chocolate decir: '¡No me he comido nada!'?", se pregunta esta neuropsicóloga educativa.

   No obstante, sí destaca que cuando los niños son muy pequeños, entre los 3 y los 4 años, suelen ser francos y les gusta la verdad: "A esa edad, les resulta difícil ocultar lo que hacen. Pero conforme su cerebro madura, empiezan a diferenciar entre realidad y fantasía. Ese momento en el que mezclan imaginación y verdad es una señal positiva: están desarrollando su función ejecutiva y su comprensión de que los demás tienen pensamientos distintos a los suyos".

   Por ejemplo, dice que un niño de 4 años puede decir a sus amigos que tiene un perro aunque no lo tenga. "No se trata de engañar con intención, sino de explorar la ficción y la creatividad. En cambio, la mentira adulta es más elaborada y consciente, y aparece cuando ya hay una intención clara de manipular, o de evitar consecuencias", advierte Diana Jiménez.

CÓMO REACCIONAR CUANDO NUESTROS HIJOS MIENTEN

   Con ello, le pedimos a esta experta también una serie de consejos si nos damos cuenta de que nuestros hijos nos están mintiendo, señalando en primer lugar que lo primero que debemos tener claro es que no es malo que los niños mientan, al mismo tiempo que insiste en que es, de hecho, una señal de que su cerebro está aprendiendo a manejar información compleja.

   Por eso, esta psicóloga mantiene que la clave está en cómo los adultos respondemos a las mentiras de nuestros menores, aportando las siguientes claves a tener en cuenta:

   Evitar preguntas que puedan inducir a la mentira. Por ejemplo, si has visto que tu hijo ha comido chocolate sin permiso, no preguntes de manera acusatoria: '¿Has comido chocolate?'. Esto sólo puede llevarlo a mentir de nuevo. Mejor decir algo como: 'Veo que te has comido chocolate. No pasa nada, mañana me pides y mamá te dará chocolate cuando corresponda'. Así se transmite que decir la verdad no tiene consecuencias negativas.

Valorar la sinceridad cuando aparece. Si tu hijo miente y luego confiesa, agradéceselo. Esto refuerza que la honestidad es positiva y disminuye el miedo a confesar errores. No poner el foco en la mentira.

Evita llamar 'mentirosos' a los niños. En lugar de eso, utiliza su imaginación como herramienta educativa. Por ejemplo, si dice que tiene una piscina en casa, puedes guiar la conversación hacia la realidad: 'No tenemos piscina, pero podemos pensar en otras maneras de divertirnos con agua'. Esto ayuda a que comprendan la diferencia entre fantasía y realidad sin recurrir al engaño.

Controlar los estímulos que generan la necesidad de mentir. Al igual que ocurre con las rabietas, si un niño ve galletas de chocolate al alcance, puede que mienta para conseguirlas. La solución no es regañar, sino regular la disponibilidad de los objetos y enseñarle a esperar y pedir las cosas de manera adecuada.

"En definitiva, la mentira infantil es una parte natural del desarrollo. No es un problema moral, sino una etapa en la que el cerebro aprende a manejar la fantasía, la creatividad y la interacción social. La labor de los padres y de los educadores no es castigar, sino guiar, enseñar, y reforzar la honestidad a través del respeto y la comprensión", concluye Diana Jiménez.

Contador