MADRID, 10 Abr. (EUROPA PRESS) -
Puesto que la mayoría de las personas que tienen opiniones radicales no se convierten en terroristas, ¿cuáles son los factores que llevan a algunos al extremismo violento? ¿Existe una conexión entre la enfermedad mental y la participación en actos terroristas? ¿Y por qué algunos interrogadores recurren a la tortura cuando el cuerpo de evidencia demuestra que construir una relación con los sospechosos es más eficaz?
Estas preguntas y otras se abordan en un número especial de 'American Psychologist', publicación de la Asociación Americana de Psicología. Los artículos examinan temas tales como la forma en que se radicalizan los individuos; cómo predecir quién se convertirá en un terrorista; la progresión de la no violencia a la radicalización y al terrorismo; y el papel de la resistencia de la comunidad para prevenir que la juventud abrace el extremismo violento.
"El terrorismo es uno de los problemas sociales más complejos de nuestro tiempo", afirma John G. Horgan, editor invitado sobre este tema y profesor de Psicología en la Universidad Estatal de Georgia, en Atlanta, Estados Unidos. "Los esfuerzos para entender el terrorismo abundan en todas las disciplinas académicas, pero permanecen sin respuesta muchas preguntas sobre cómo predecirlo y prevenirlo. Nunca ha habido una necesidad más urgente de un mayor compromiso de la psicología", agrega.
En uno de los artículos de este especial, titulado 'Entender la radicalización política: el modelo de dos pirámides, los investigadores Clark McCauley y Sophia Moskalenko, del 'Bryn Mawr College', en Pensilvania, Estados Unidos, proponen que la radicalización a las opiniones extremistas es un fenómeno psicológico diferente que la radicalización a la acción extremista. Describen una "pirámide de opinión", que consiste en personas que comparten niveles acelerados de ideas extremistas y una "pirámide de acción" con niveles que van desde la pasividad al activismo legal hasta la violencia política y el terrorismo.
"La garantía del modelo de dos pirámides es la observación de que el 99 por ciento de los que tienen ideas radicales nunca actúan -escriben--. A la inversa, muchos se unen a la acción radical sin ideas radicales". A su juicio, los programas para combatir el extremismo violento que no distinguen las ideas extremas de las acciones extremistas multiplicarán innecesariamente la amenaza terrorista.
En el artículo 'Evaluación del Riesgo y la Prevención de la Radicalización de la No Violencia al Terrorismo", de Kiran M. Sarma, de la Universidad Nacional de Irlanda, Galway, se analiza la posibilidad de identificar a los que se involucrarán o no en el terrorismo en el futuro. Sarma describe algunas de las herramientas actuales para cribar a las personas que han llamado la atención de las autoridades como potencialmente en riesgo y que pueden estar en una trayectoria que va del pensamiento radical a la conducta violenta.
Sarma sostiene que, si bien la evaluación del riesgo para el terrorismo está llena de desafíos tanto éticos como empíricos, se puede avanzar en el ámbito del juicio humano y la toma de decisiones y, en particular, la forma en que los asesores recopilan, sintetizan y toman decisiones sobre la información. Este experto señala que debería ponerse énfasis en los juicios estructurados en lugar de simplemente sumar las puntuaciones en las listas de "comportamientos de bandera roja".
LA RESISTENCIA DE LA COMUNIDAD, CLAVE PARA EVITAR QUE LOS JÓVENES ABRACEN EL TERRORISMO
En el documento 'Fortalecimiento de la resistencia comunitaria al extremismo violento a través de asociaciones genuinas', B. Heidi Ellis, del Hospital Infantil de Boston y la Escuela de Medicina de la Universidad de Harvard, en Estados Unidos, y Saida Abdi, del Hospital Infantil de Boston y la Escuela de Trabajo Social de la Universidad de Boston, apuntan que la conexión social está en el corazón de las comunidades resistentes y las estrategias dirigidas a impedir que los jóvenes abracen el extremismo violento.
Reconociendo la enorme controversia que rodea a las iniciativas existentes, los autores sostienen que las asociaciones saludables entre las agencias gubernamentales y los miembros de la comunidad pueden, si se hace bien, proporcionar sistemas adecuados de alerta temprana para prevenir el extremismo violento. Esto puede requerir un cambio de paradigma.
Mal hechos, los esfuerzos por definir y responder el riesgo de extremismo violento corren el riesgo de socavar los mismos bienes de la comunidad que contribuyen a la resistencia. Por ejemplo, el énfasis excesivo en un grupo en particular como vulnerable a la ideología extremista violenta conducirá al estigma y la discriminación, lo que puede socavar un sentido positivo de identidad social para los miembros de ese grupo y degradar la resiliencia de la comunidad.
Por otra parte, el artículo 'Hacia una psicología de la humillación en el conflicto asimétrico', de Clark McCauley, de ' Bryn Mawr College', explora cómo la humillación --definida como una combinación corrosiva de vergüenza y enojo-- es a menudo un factor de crecimiento clave para los conflictos terroristas. La investigación sobre la humillación como construcción psicológica apenas ha comenzado, según McCauley, quien aboga por entenderla mejor para comprender la violencia intergrupal y las reacciones del Gobierno al terrorismo.
"Tal vez la implicación más sorprendente de este análisis es que no sólo los débiles pueden ser humillados", destaca. "Los poderosos pueden ser humillados por los débiles si --como suele ser el caso en los ataques terroristas-- el Gobierno al que se dirigen no puede tomar represalias directamente contra los perpetradores", señala.
TRASTORNOS MENTALES, SÓLO UNO DE MUCHOS FACTORES HACIA EL TERRORISMO
Los autores de 'Allí y de nuevo: el estudio del trastorno mental y la participación terrorista' concluyen que, sumando los últimos 40 años de investigación sobre la conexión entre los trastornos mentales y la participación de terroristas, no existe un perfil psicológico común de un terrorista. Más bien, la evidencia sugiere que algunos tipos de terroristas pueden ser más propensos a poseer ciertos rasgos psicológicos en comparación con la población en general y que esas submuestras de terroristas con altos índices de trastornos mentales están por debajo del 50 por ciento.
En opinión de estos investigadores, ningún trastorno de salud mental parece ser un predictor de la participación en actos terroristas. Los autores sugieren que sufrir trastornos de salud mental puede ser sólo uno de los muchos factores de riesgo que empujan y llevan a un individuo en la actividad terrorista.
En 'Venganza versus comprensión: interrogatorio, terrorismo y tortura', se plantea que la idea de que la generación impotencia, temor y miedo es una estrategia fiable para obtener información va en contra de la investigación. Tácticas como la privación del sueño, la exposición al calor y el frío y el fomento del estrés en realidad deterioran la memoria, dañando el valor de cualquier información, escriben los autores.