La especie humana no destaca por su inteligencia sino por ser sensible a las emociones y reacciones del entorno

Actualizado: jueves, 10 febrero 2011 16:23

El cerebro humano es un "órgano social", que marca la diferencia con los animales

MADRID, 10 Feb. (EUROPA PRESS) -

La especie humana no destaca por su inteligencia sino porque tiene la facultad "innata, inconsciente y automática" de ser sensible a las emociones y reacciones de los demás, según explica el doctor Manuel Martín-Loeches, responsable de la Sección de Neurociencia Cognitiva del Centro Mixto Universidad Complutense-Instituto de Salud Carlos III de Evolución y Comportamiento Humano.

Durante su ponencia, dentro del acto organizado este miércoles por el Instituto Tomás Pascual para la Nutrición y la Salud, ha tratado de "desmitificar" que la especie humana sobresale por su inteligencia. "Siempre se destaca que somos la especie con más inteligencia, por tener el cerebro más grande, por solucionar problemas y, casi, predecir el futuro", sin embargo, a su juicio, una de las facetas más importantes del cerebro es la relacionada con la interacción social.

Por tanto, "si el ser humano se diferencia en algo de otras especies es en que estamos especializados en detectar el contenido de la mente de otras personas". Además, según afirma este experto en una entrevista a Europa Press, el cerebro tiene la capacidad de reproducir internamente los acontecimientos sociales, de manera similar a como si el propio individuo ejecutara no sólo su papel, sino el de aquellos con quienes se relaciona.

"Queda demostrado cuando constatamos las reacciones de nuestro cerebro ante las expresiones de los demás, ante lo que pueden estar pensando o ante sus intenciones", lo que significa que "la especie humana es muy sensible a lo que ocurre alrededor". Esta situación, indica, hace "vulnerable" también al ser humano, ya que, "al intentar captar los contenidos de las mentes de otras personas, los metemos en nuestra mente y eso nos influye".

Por ejemplo, advierte, es común entre la población verse influida por el estado de ánimo de otras personas, incluso puede contribuir a lo que se piensa o en los actos que se realizan. Por tanto, según Martín-Loeches, "se abren las puertas a la manipulación de los objetivos e intenciones de otros".

"ABIERTO A TODO"

En definitiva, "dota al ser humano de una sensibilidad hacia lo que le rodea", ya que "al tratar de anticipar lo que piensan otras personas hace que el cerebro sea más abierto a todo y pueda afectarle cosas muy peregrinas, como una música de fondo, el color de una pared, etc". En este sentido, es fundamental destacar el papel de las emociones que, explica, "nos mueven a prácticamente todo".

Así, se entiende el cerebro humano como "órgano social", ya que "el cerebro ha ido evolucionando y se ha convertido en un órgano especializado en entender la mente de los otros y en trabajar para que los demás nos entiendan". "Ahí está la clave que nos diferencia de otras especies animales", añade.

"Hasta las personas más frías y más maquinales siempre tienen las emociones funcionando, nunca se es insensible, sino que se es sensible a otras emociones", advierte.

Este mecanismo, que surgió originalmente por intentar captar todo lo que hay en la sociedad, tiene por tanto la peculiaridad de imitar. Los experimentos realizados han demostrado que cuando a un grupo de individuos se les sometía a cierta información, eran tan vulnerables que sus actos se veían influidos por esa información. Así, personas que trabajan con material relacionado con el envejecimiento terminaban trabajando y hablando de manera más lenta.

El experto recuerda que se trata de una facultad que puede verse en bebés de siete meses, que "pueden detectar la información que saben otras personas, sin que nadie les haya enseñado que cada persona tiene pensamientos diferentes". Es un mecanismo que se va desarrollando con la edad y la exposición a los demás.