MADRID, 18 Abr. (EUROPA PRESS) -
A lo largo de la pandemia, el uso generalizado del enmascaramiento universal en los centros sanitarios estuvo justificado para reducir el riesgo de transmisión entre el personal sanitario, los pacientes y los visitantes, y para preservar el personal sanitario para mantener las operaciones durante las oleadas.
La mascarilla fue un elemento de un conjunto más amplio de estrategias aplicadas para limitar la transmisión en una época en la que se sabía poco sobre el patógeno y aún no se habían identificado intervenciones eficaces.
Desde entonces, la carga del SRAS-CoV-2 se ha mitigado gracias al acceso a las pruebas, la importante inmunidad de la población adquirida con el tiempo, la aparición de variantes menos virulentas y la disponibilidad y el uso generalizados de vacunas y tratamientos.
Esto significa que ha llegado el momento de gestionar el SRAS-CoV-2 como otros virus respiratorios endémicos mediante la aplicación correcta y coherente de las precauciones estándar y las basadas en la transmisión, según señalan epidemiólogos.
Epidemiólogos sanitarios y expertos en enfermedades infecciosas de ocho instituciones afirman que ha llegado el momento de poner fin a las políticas que obligan a llevar mascarilla en los centros sanitarios, al menos por ahora, según publican en la revista 'Annals of Internal Medicine'.
Sus recomendaciones incluyen eliminar el uso de mascarillas y protección ocular por parte del personal sanitario cuando realice actividades que generen salpicaduras o aerosoles en la cara, independientemente de los síntomas del paciente, y el enmascaramiento de los pacientes cuando presenten síntomas, entre otras precauciones.
Además de poner fin uso universalizado de las mascarillas, los expertos sugieren que en la era endémica se reconsideren otras estrategias de la época pandémica, como las pruebas asintomáticas y el rastreo de contactos.