MADRID 16 Ago. (EUROPA PRESS) -
Las personas que durante su adolescencia han vivido en un entorno con dificultades económicas, han sufrido marginación social o abusos durante su adolescencia tienen un mayor riesgo de desarrollar enfermedades cardiovasculares durante la edad adulta, según los resultados de un estudio realizado por el departamento de Psiquiatría de la Universidad de Pittsburgh y presentado en la 118 Convención Anual de la Asociación Americana de Psicología, que se celebra estos días en San Diego (Estados Unidos).
La investigación contó con la participación de 212 chicos y chicas de 14 a 16 años, de raza caucásica y afroamericana a partes iguales, a los que siguieron durante tres años. Los psiquiatras escogieron este perfil porque, según explican, "es un periodo en el que los chicos son más vulnerables a los factores estresores que aumentan el riesgo cardiovascular debido a los cambios hormonales y a la sensibilidad que provocan a los factores externos".
De este modo, los resultados del estudio demostraron que los adolescentes que procedían de familias con un estatus socioeconómico bajo tenían las arterias más endurecidas que antes del estudio. Aquellos que vivían en barrios marginales tenían la tensión más alta, y los adolescentes afroamericanos que vivían en estas zonas además presentaron una mayor saturación de la arteria carótida, asociada con la aparición de arteroesclerosis en la edad adulta.
"Este estudio prueba que la adolescencia temprana es una edad más crítica que la infancia o la postadolescencia a la hora de verse afectada por factores externos como el nivel socioeconómico de la familia o el barrio donde se viva", explica la directora del estudio Karen A. Matthews". "Los preadolescentes con familias o comunidades con pocos recursos económicos crecen y se desarrollan de una manera impredecible debido al ambiente estresante al que están sometidos", comenta.
"Tener menos recursos hace a la gente más susceptibles a los efectos negativos de las adversidades --apunta Matthews--, una manera de adaptarse a estas circunstancias es mantener una estrecha vigilancia ante las amenazas potenciales del entorno". Sin embargo, subraya, "esta actitud puede derivar en que la persona interprete todos los acontecimientos de su vida como amenazas, incluso cuando lo son, lo que implicaría que desconfiara de todo el mundo".
De este modo, "las interacciones con su entorno se convierten en una fuente de tensiones que pueden incrementar la tensión arterial, los niveles de inflamación arteriales y consumir las reservas del organismo; todos ellos factores que incrementan el riesgo de desarrollar una enfermedad cardiovascular", concluye.