MADRID, 11 Ene. (EUROPA PRESS) -
Una investigación realizada por miembros de la Universidad Edith Cowan en Perth, Australia, ha observado que una buena educación tiene una fuerte correlación genética y una asociación causal protectora con varios trastornos intestinales.
Los investigadores, que ha publicado el estudio en el 'International Journal of Molecular Sciences', recuerdan que hace tiempo que se sabe que la educación es importante en muchos aspectos de la vida, pero han descubierto un nuevo beneficio que es que, además, puede cuidar su salud intestinal.
Un estudio anterior del Center for Precision Health (CPH) de ECU descubrió un vínculo genético entre la salud intestinal y la enfermedad de Alzheimer (EA), pero no pudo concluir si una causaba la otra. Este estudio abre nuevos caminos al encontrar que un mayor nivel de educación protege contra los trastornos intestinales.
El director del CPH y supervisor del estudio, el profesor Simon Laws, ha señalado que estos hallazgos se basan en el trabajo anterior del centro para proporcionar más evidencia de los fuertes vínculos entre el cerebro y el intestino, conocido como el eje intestino-cerebro. "Los trastornos intestinales y la enfermedad de Alzheimer no solo pueden compartir una predisposición genética común, sino que también pueden verse influenciados de manera similar por las variaciones genéticas que sustentan el logro educativo", ha señalado el profesor Laws.
Este estudio a gran escala examinó la información genética de más de 766.000 personas, con énfasis en la EA, los rasgos cognitivos y los trastornos intestinales, incluida la enfermedad de úlcera péptica (PUD), gastritis-duodenitis, enfermedad por reflujo gastroesofágico (ERGE), síndrome del intestino irritable, diverticulosis y enfermedad inflamatoria intestinal (EII).
Encontró que niveles más altos de educación y funcionamiento cognitivo reducían el riesgo de trastornos intestinales. "Los resultados respaldan la educación como una posible vía para reducir el riesgo de trastornos intestinales. Por ejemplo, fomentando un mayor logro educativo o un posible aumento en la duración de la escolaridad", ha señalado el investigador principal, el doctor Emmanuel Adewuyi, quien considera que sus hallazgos tienen implicaciones significativas.
Por lo tanto, ha añadido, "los esfuerzos de políticas destinados a aumentar el logro educativo o el entrenamiento cognitivo pueden contribuir a un mayor nivel de inteligencia, lo que podría conducir a mejores resultados de salud, incluido un menor riesgo de trastornos intestinales".
El estudio de ECU ha descubierto además que el intestino también puede influir en el cerebro. La enfermedad por reflujo gastroesofágico aumenta el riesgo de causar una disminución en la función cognitiva a través de una serie de rasgos cognitivos evaluados en el estudio, como la inteligencia, el rendimiento cognitivo, el logro educativo y la calificación educativa.
Aunque este es el primer estudio que informa este hallazgo, los resultados respaldan investigaciones recientes que informan una mayor incidencia de demencia y reflujo, lo que, según el doctor Adewuyi, podría ayudar con diagnósticos más tempranos y posibles tratamientos.
"La enfermedad por reflujo gastroesofágico puede ser un factor de riesgo para el deterioro cognitivo, por lo que es importante que los trabajadores de la salud busquen signos o síntomas de disfunción cognitiva en los pacientes que presentan el trastorno intestinal. Esto podría conducir a una detección más temprana del deterioro cognitivo y, por lo tanto, a intervenciones más tempranas destinadas a reducir la tasa de deterioro cognitivo", añade.
EL CURIOSO CASO DE LA EII
Curiosamente, los niveles más altos de educación y función cognitiva que protegen contra los trastornos intestinales se observaron en todos los trastornos examinados en el estudio, pero en gran parte con la excepción de la enfermedad inflamatoria intestinal. Un análisis más detallado revela diferentes efectos de la EII en los rasgos cognitivos y la EA en diferentes ubicaciones genómicas, lo que indica que su relación depende de los efectos en ubicaciones específicas del genoma.
Esta nueva comprensión puede explicar la falta de una correlación genética significativa de la EII con los rasgos cognitivos y la EA, y la inconsistencia reportada en estudios observacionales previos. Los investigadores afirman que este hallazgo también es importante, ya que brinda una nueva visión de la relación de la EII con los rasgos cognitivos (y la EA), lo que puede dar forma a la dirección de futuros estudios.