MADRID, 23 Jul. (EUROPA PRESS) -
Poseer un teléfono inteligente antes de los 13 años se asocia con una peor salud mental y bienestar en la edad adulta temprana, según un estudio global de más de 100.000 jóvenes, realizado por un equipo de expertos de Sapien Labs (Estados Unidos).
El equipo de investigadores, que alberga la base de datos más grande del mundo sobre bienestar mental, el Global Mind Project (de donde se obtuvieron los datos para esta investigación), pide que se tomen medidas urgentes para proteger la salud mental de las generaciones futuras.
En concreto, el estudio publicado en la revista revisada por pares 'Journal of Human Development and Capabilities', concluye que los jóvenes de 18 a 24 años que habían recibido su primer teléfono inteligente a los 12 años o menos eran más propensos a reportar pensamientos suicidas, agresión, desapego de la realidad, peor regulación emocional y baja autoestima.
Los datos también muestran evidencia de que estos efectos de la posesión de un teléfono inteligente a una edad temprana están en gran parte asociados con el acceso temprano a las redes sociales y mayores riesgos de acoso cibernético, trastornos del sueño y malas relaciones familiares en la edad adulta.
"Nuestros datos indican que la posesión temprana de un teléfono inteligente, y el acceso a las redes sociales que a menudo conlleva, está vinculada con un cambio profundo en la salud mental y el bienestar en la adultez temprana", comenta la neurocientífica Tara Thiagarajan, autora principal y fundadora y científica jefa de Sapien Labs.
Estas correlaciones se ven mediadas por diversos factores, como el acceso a las redes sociales, el ciberacoso, la alteración del sueño y las malas relaciones familiares, lo que provoca síntomas en la edad adulta que no son los síntomas tradicionales de salud mental de depresión y ansiedad, y que pueden pasar desapercibidos en estudios que utilizan herramientas de detección estándar.
AGRESIVIDAD, DESAPEGO DE LA REALIDAD Y PENSAMIENTOS SUICIDAS
Estos síntomas de mayor agresividad, desapego de la realidad y pensamientos suicidas pueden tener consecuencias sociales significativas a medida que aumentan sus tasas en las generaciones más jóvenes.
Con base en estos hallazgos, y dado que la edad de los primeros teléfonos inteligentes ya es muy inferior a los 13 años en todo el mundo, instamos a los responsables políticos a adoptar un enfoque precautorio, similar a las regulaciones sobre el alcohol y el tabaco, restringiendo el acceso a teléfonos inteligentes a los menores de 13 años, exigiendo educación en alfabetización digital y exigiendo la rendición de cuentas de las empresas.
Desde principios de la década del 2000, los teléfonos inteligentes han transformado la forma en que los jóvenes se conectan, aprenden y forman sus identidades. Pero junto con estas oportunidades, surge una creciente preocupación por cómo los algoritmos de redes sociales impulsados por IA pueden amplificar el contenido dañino y fomentar la comparación social, a la vez que afectan otras actividades como la interacción cara a cara y el sueño.
Aunque muchas plataformas de redes sociales establecen una edad mínima de 13 años para usuarios, su aplicación es inconsistente. Mientras tanto, la edad promedio de compra de un primer teléfono inteligente sigue disminuyendo, y muchos niños pasan horas al día con sus dispositivos.
Actualmente, el panorama internacional en torno a la prohibición de teléfonos en las escuelas es dispar. En los últimos años, varios países, como Francia, Países Bajos, Italia y Nueva Zelanda, han prohibido o restringido el uso de teléfonos celulares en instituciones. Si bien los resultados de estas medidas son limitados, un estudio encargado por el gobierno holandés ha detectado una mayor atención entre los estudiantes.
En general, estudios previos sobre el tiempo de pantalla, el acceso a redes sociales y teléfonos inteligentes, así como diversos resultados en materia de salud mental, han mostrado efectos negativos, pero también resultados mixtos y a menudo contradictorios, lo que dificulta la gestión de este problema por parte de los responsables políticos, las escuelas y las familias. Es posible que esto se deba al uso de herramientas de detección que no detectan los síntomas críticos asociados.
Para este nuevo análisis, el equipo de Sapien extrajo datos de su Proyecto Global Mind y luego utilizó el Cociente de Salud Mental (MHQ), una herramienta de autoevaluación que mide el bienestar social, emocional, cognitivo y físico, para generar un puntaje general de "salud mental".
Sus resultados mostraron, en primer lugar, síntomas específicos más fuertemente vinculados con la posesión previa de un teléfono inteligente incluyen pensamientos suicidas, agresión, desapego de la realidad y alucinaciones.
Asimismo, los adultos jóvenes que recibieron su primer teléfono inteligente antes de los 13 años obtuvieron puntuaciones más bajas en el MHQ, y estas puntuaciones disminuyeron progresivamente a medida que la edad de su primera adquisición era menor.
En consecuencia, el porcentaje de personas consideradas angustiadas o con dificultades (con puntuaciones que indicaban cinco o más síntomas graves) aumentó un 9,5% en las mujeres y un 7% en los hombres. Este patrón se mantuvo constante en todas las regiones, culturas e idiomas, lo que indica un período crítico de mayor vulnerabilidad.
MENOR AUTOESTIMA, CONFIANZA Y RESILIENCIA
Por otra parte, se observó que la propiedad a una edad más temprana también está asociada con una menor autoimagen, autoestima, confianza y resiliencia emocional entre las mujeres, y una menor estabilidad y tranquilidad, autoestima y empatía entre los hombres.
Análisis adicionales indicaron que el acceso temprano a las redes sociales explica aproximadamente el 40% de la asociación entre la posesión temprana de un teléfono inteligente en la infancia y la salud mental posterior, y que las malas relaciones familiares (13%), el acoso cibernético (10%) y la interrupción del sueño (12%) también juegan papeles importantes en el futuro.
Los investigadores reconocen que la pandemia de COVID-19 puede haber magnificado estos patrones, pero la consistencia de estas tendencias en todas las regiones del mundo sugiere un impacto más amplio en el desarrollo del acceso temprano a los teléfonos inteligentes.
Si bien la evidencia actual aún no prueba una relación causal directa entre la posesión temprana de un teléfono inteligente y la salud mental y el bienestar posteriores, una limitación del artículo, los autores argumentan que la escala del daño potencial es demasiado grande para ignorarla y justifica una respuesta precautoria.
De forma general, los investigadores recomiendan cuatro áreas clave que los responsables de las políticas deben abordar: un requisito de educación obligatoria sobre alfabetización digital y salud mental; fortalecer la identificación activa de las violaciones de edad en las redes sociales y garantizar consecuencias significativas para las empresas de tecnología; estringir el acceso a las plataformas de redes sociales; e implementar restricciones de acceso graduales para teléfonos inteligentes.
La implementación requiere una voluntad política y social sustancial, una aplicación eficaz y un enfoque multisectorial, pero existen precedentes exitosos, explican los autores.
Para concluir, destaca: "Nuestra evidencia sugiere que la posesión de teléfonos inteligentes durante la infancia, una puerta de entrada temprana a entornos digitales impulsados por IA, está disminuyendo profundamente la salud mental y el bienestar en la edad adulta, con profundas consecuencias para la autonomía individual y el florecimiento social. Dicho esto, creo que también es importante señalar que los teléfonos inteligentes y las redes sociales no son el único ataque a la salud mental ni la única crisis que enfrentan los adultos jóvenes. Explican parte del declive general, pero no todo".