BARCELONA 20 Nov. (EUROPA PRESS) -
La mayor exposición de la madre a dioxinas durante el embarazo pueden afectar al sistema reproductivo de los niños, que se ven afectados por una reducción de las distancias entre el ano y el pene, a la luz de un estudio del Centro de Investigación en Epidemiología Ambiental (Creal) de Barcelona.
Según el trabajo, en el que han participado 700 embarazadas y recién nacidos de Grecia y España, las distancias anogenitales, que normalmente son más largas en los niños que en las niñas y que son marcador sensible de alteraciones, se reducen entre los varones recién nacidos cuyas madres tuvieron una mayor exposición a las dioxinas, presentes sobre todo en grasas.
La primera autora del artículo, Marina Vafeiadi, ha explicado que la citada distancia es un marcador de alteraciones endocrinas, que también se han relacionado con defectos congénitos de la uretra y el pene y de testítuclos no descencidos, así como una menor calidad del semen y de infertilidad en hombres jóvenes.
La citada distancia se redujo en aproximadamente medio milímetro por cada 10 picogramos --que es la billonésima parte de un gramo-- de dioxinas medidas por gramo de lípido, según los investigadores, que validan en humanos la evidencia experimental de los efectos de las dioxinas en animales que utilizó la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y Alimentación (FAO) y la Organización Mundial de la Salud (OMS) para establecer recomendaciones.
Las dioxinas se encuentran sobre todo en alimentos ricos en grasas, principalmente de origen animal como la carne, productos lácteos y pescado, y se transmiten de la madre al niño a través de la placenta durante el embarazo y, después, a través de la lactancia materna.
Aunque la exposición a las dioxinas y compuestos relacionados se ha reducido considerablemente en países industrializados en las últimas décadas, "el control eficiente requiere de largos periodos de tiempo para ser eficaz", según el coordinador del trabajo y director científico del Creal, Manolis Kogevinas.
El estudio, que midió las dioxinas en sangre gracias a un análisis global, se llevó a cabo junto a investigadores de la Universidad de Creta (Grecia) y el Instituto Hospital del Mar de Investigaciones Médicas (IMIM).