MADRID 26 Oct. (EUROPA PRESS) -
Un nuevo estudio apunta una nueva teoría de por qué algunos niños de 4 y 5 años siguen durmiendo la siesta como un reloj todas las tardes, mientras que otros niños en edad preescolar empiezan a abandonar la siesta habitual a los 3 años. Su autora autora principal, Rebecca Spencer, de Universidad de Massachusetts Amherst (Estados Unidos), defiende que la razón está en la edad sino en el cerebro de los pequeños, según publica en un número especial sobre el sueño de la revista 'Proceedings of the National Academy of Sciences'.
"Esta teoría general se basa en los datos que hemos publicado en los últimos dos años; se trata de unir las piezas --resume Spencer, profesora de ciencias psicológicas y del cerebro, que colaboró con la coautora Tracy Riggins, psicóloga infantil de la Universidad de Maryland especializada en el desarrollo de la memoria--. En conjunto, proporcionamos apoyo a una relación entre las transiciones de la siesta y la memoria subyacente y el desarrollo del cerebro. Decimos que se trata de un momento crítico del desarrollo del cerebro y que el sueño tiene algo que ver".
La novedosa teoría, que apoya la práctica de ofrecer la oportunidad de dormir la siesta a todos los niños en edad preescolar y de jardín de infancia, conecta los mecanismos biorreguladores que subyacen a las transiciones de la siesta, centrándose en el hipocampo, la zona de la memoria del cerebro. Spencer señala que puede parecer contradictorio que los niños pequeños abandonen las siestas habituales. "Cuando los niños pequeños duermen la siesta, consolidan los recuerdos emocionales y declarativos, por lo que uno se pregunta, cuando se trata de un momento de aprendizaje tan importante, ¿por qué dejarían de dormir la siesta si ésta ayuda al aprendizaje? ¿Por qué no seguir durmiendo la siesta?".
Investigaciones anteriores realizadas por Spencer y Riggins demostraron que "hay una diferencia en el desarrollo del hipocampo entre los niños que duermen la siesta y los que la han abandonado", recuerda Spencer.
El hipocampo es la ubicación a corto plazo de los recuerdos antes de que pasen al almacenamiento a largo plazo en el córtex. "Las siestas sirven para procesar los recuerdos", explica Spencer. Cuando el inmaduro hipocampo de los niños pequeños alcanza su límite de recuerdos que pueden almacenarse sin "interferencia", u olvido, los niños experimentan una mayor "presión del sueño". Los investigadores observan la actividad de ondas lentas del EEG, un marcador neurobiológico de las ondas cerebrales registradas durante el sueño, para medir la acumulación de la presión homeostática del sueño.
La siesta permite que los recuerdos se trasladen a la corteza, liberando espacio para que se almacene más información en el hipocampo. Spencer compara el hipocampo en desarrollo con un cubo de tamaño variable.
"Cuando el hipocampo es ineficiente, es como tener un cubo pequeño --señala--. El cubo se llenará más rápido y se desbordará, y algunos recuerdos se derramarán y se olvidarán. Eso es lo que creemos que ocurre con los niños que aún duermen la siesta. Su hipocampo es menos maduro, y necesitan vaciar ese cubo con más frecuencia".
Cuando el hipocampo está más desarrollado, los niños pueden dejar de hacer la siesta porque su hipocampo ha madurado hasta el punto de que su "cubo" no se desborda y pueden retener los recuerdos hasta el final del día, cuando el sueño nocturno puede procesar la información desde el hipocampo hasta el córtex, afirman las investigadores.
Spencer señala que la creciente evidencia pone de relieve la importancia de ofrecer a todos los niños pequeños la oportunidad de dormir la siesta. "Algunos de ellos aún la necesitan; otros pueden no necesitarla, pero si la toman, sabemos que va a beneficiar su aprendizaje, y sabemos que el aprendizaje es lo que subyace a la educación temprana", apunta.
Lo siguiente que se necesita para avanzar en la teoría es una investigación longitudinal que siga a los niños a lo largo del tiempo para evaluar la fisiología del sueño, el desarrollo estructural y funcional, y los cambios en la memoria a lo largo de las transiciones de la siesta. Las pruebas científicas adicionales "ayudarían a los padres y a los proveedores a apreciar que las transiciones de la siesta no pueden estar determinadas por la edad, y que la oportunidad de dormir la siesta debe protegerse para aquellos que la necesitan", añaden las investigadoras.
A largo plazo, dice Spencer, los investigadores podrían desarrollar una medida cognitiva de la memoria, tal vez dando a los niños una tarea sencilla para determinar si han cruzado el umbral de necesidad de siestas regulares. Por ahora, sin embargo, las pruebas apoyan el importante papel que desempeña la siesta en el crecimiento de los niños pequeños. Forzar el abandono de la siesta "podría conducir a un aprendizaje y una memoria subóptimos", advierte.
Además, el nuevo marco que los investigadores desarrollaron "puede utilizarse para evaluar múltiples predicciones no probadas del campo de la ciencia del sueño y, en última instancia, producir directrices y políticas con base científica en relación con la siesta en los entornos de cuidado infantil y educación temprana".