MADRID, 13 Oct. (EUROPA PRESS) -
Hay un factor sorprendente que determina qué recuerdos se quedan contigo y cuáles se desvanecen… y no tiene nada que ver con dormir más ni con sentir miedo. Lo que parece trivial podría cambiar por completo cómo recuerdas tu día a día.
Asociar sentimientos negativos como el miedo o el estrés puede mejorar la evocación, pero intentar recordar intencionalmente también puede ser efectivo. Sin embargo, estos dos mecanismos son muy diferentes: uno involuntario y otro deliberado.
INSTRUCCIONES MÁS PODEROSAS QUE LAS EMOCIONES
Investigadores del del Merrimack College (Estados Unidos) publican en 'Frontiers in Behavioral Neuroscience' un nuevo trabajo que descubre que las palabras que nos han dicho que recordemos se recuerdan mejor que las palabras con connotaciones emocionales negativas, pero, sorprendentemente, dormir no ayuda. Desde hace tiempo se sabe que dormir bien nos ayuda a consolidar nuevos recuerdos, pero no entendemos cómo.
Para investigar qué influye más en la memoria, investigadores pidieron a los participantes que recordaran u olvidaran palabras, algunas de las cuales tenían asociaciones emocionales negativas. Descubrieron que las instrucciones mejoraban la evocación más que la emoción.
"Lo que intentamos recordar y olvidar puede ser muy poderoso", asegura la doctora Laura Kurdziel, del Merrimack College, autora principal del artículo. "Tenemos más control sobre nuestros recuerdos del que solemos creer".
EL EXPERIMENTO: RECORDAR O OLVIDAR POR ORDEN
Los investigadores realizaron dos estudios de comparación: uno en el que 45 participantes completaron la tarea en línea y otro en el que 53 participantes visitaron el laboratorio. La mitad de cada grupo recibió las palabras que debían recordar por la mañana y las evaluó esa misma noche. La otra mitad recibió las palabras por la noche y se les realizó la prueba a la mañana siguiente, después de dormir. Al grupo de participantes que dormían en el laboratorio, el equipo les proporcionó diademas con electroencefalograma (EEG) que medían su actividad cerebral mientras dormían. Todos los participantes participaron en dos sesiones.
En la primera sesión, los participantes observaron 100 palabras que aparecían en una pantalla, cada una seguida de una indicación para recordar u olvidar. La mitad de las palabras seleccionadas tenían connotaciones emocionales negativas, y la otra mitad eran neutras. Inmediatamente después, se les mostró otro conjunto de 100 palabras y se les preguntó si las reconocían. 50 de ellas eran de la tarea anterior, pero 50 eran palabras que no habían visto antes.
En la segunda sesión, 12 horas después, los científicos pidieron a los participantes que informaran la mayor cantidad posible de palabras que debían recordar. Posteriormente, analizaron el rendimiento de los participantes y los datos del electroencefalograma.
De esta forma, descubrieron que, en lo que respecta a la memoria, las instrucciones funcionan mejor que las emociones. Las personas tenían mayor probabilidad de recordar las palabras que se les había pedido. Sin embargo, las emociones sí influyeron: las palabras con connotaciones negativas que se les había pedido recordar a los participantes tenían mayor probabilidad de ser recordadas.
Esto sugiere que, si bien las instrucciones fueron la principal influencia en el recuerdo, las señales emocionales podrían amplificar su efecto. Las emociones también aumentaron la probabilidad de falsos recuerdos: las palabras negativas tenían mayor probabilidad de ser recordadas erróneamente que las palabras que se les había pedido recordar a los participantes.
"Durante la codificación, dedicaremos más recursos atencionales a las palabras que se nos indica explícitamente que recordemos", detalla Kurdziel. "De forma similar, los sistemas de control cognitivo pueden 'etiquetar' la información como relevante, predisponiendo al hipocampo a priorizarla. Esto aumenta la probabilidad de que el recuerdo se reactive durante el sueño y se transfiera al almacenamiento a largo plazo. Por último, las instrucciones no solo mejoran los elementos relevantes, sino que también suprimen los irrelevantes. Al inhibir los recuerdos que compiten, los elementos que requieren recordar sufren menos interferencias, lo que mejora la evocación".
Inesperadamente, el hecho de que los participantes hubieran dormido no afectó su capacidad para recordar palabras. Sin embargo, los diferentes tipos de actividad de ondas cerebrales medidos por el EEG se relacionaron con el recuerdo. Por ejemplo, niveles más altos de potencia theta REM, una medida del sueño REM, se asociaron con el recuerdo erróneo de las contrapartes negativas.
"Los husos de sueño se asociaron con un mejor recuerdo de palabras negativas, con claves de recuerdo", señala Kurdziel, refiriéndose a un tipo de onda cerebral que se asemeja a una ráfaga de picos en los registros de ondas cerebrales. "Los husos de sueño están ampliamente implicados en la transferencia de información desde el almacenamiento temporal del hipocampo a representaciones más estables en el neocórtex".
LO QUE TU CEREBRO DECIDE GUARDAR
"En cambio, el sueño de ondas lentas se correlacionó negativamente con la memoria total", continúa Kurdziel. "Esto fue algo inesperado: el sueño de ondas lentas suele asociarse con mejoras en la memoria declarativa. Sin embargo, también se ha teorizado que facilita el olvido activo de información irrelevante o redundante".
Esto podría indicar que dormir solo consolida algunos recuerdos (priorizando lo que te motiva a recordar sobre lo emocional) y que dormir, en general, es menos significativo que la actividad cerebral durante el sueño. Sin embargo, se necesita más investigación para confirmarlo.
"El número de participantes que proporcionaron datos de EEG utilizables fue relativamente pequeño, lo que reduce la confianza en la solidez de las asociaciones entre el sueño y la memoria", finaliza Kurdziel. "Además, la muestra estaba compuesta principalmente por estudiantes universitarios, lo que dificulta la generalización de los hallazgos a poblaciones más amplias".