MADRID 12 Jul. (EUROPA PRESS) -
En la hepatitis B crónica, el hígado contiene células inmunitarias que podrían destruir las células infectadas por el virus, pero están inactivas. Un equipo de la Universidad Técnica de Múnich (Alemania) ha descubierto que las células de los vasos sanguíneos del hígado ponen en marcha un 'temporizador de sueño' que desconecta las células inmunitarias, algo que podría ser un punto de partida para las inmunoterapias.
La hepatitis B es una enfermedad muy extendida. Según estimaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS), 250 millones de personas en todo el mundo padecen hepatitis B crónica. La consecuencia sanitaria más común de la hepatitis B crónica es el daño hepático. A menudo, la respuesta inmunitaria del organismo contra las células infectadas causa el daño, no el virus en sí: Las células inmunitarias desencadenan procesos inflamatorios que pueden dar lugar a fibrosis (cicatrización del tejido hepático) y cáncer de hígado.
"En la hepatitis B crónica, el sistema inmunitario del organismo intenta destruir las células hepáticas infectadas, lo que provoca daños a largo plazo y sigue sin eliminar el virus", ha afirmado el catedrático de Inmunología Molecular de la Universidad Técnica de Múnich , Percy Knolle.
En particular, en las infecciones crónicas, algunas células inmunitarias cuyos receptores podrían reconocer y destruir el virus de la hepatitis B están inactivas.
LAS CÉLULAS DE LOS VASOS SANGUÍNEOS FIJAN UN LÍMITE TEMPORAL
Un equipo dirigido por el profesor Knolle describe el motivo en la revista 'Nature'. El virus de la hepatitis B infecta específicamente a los hepatocitos. Estas células constituyen la mayor parte del tejido hepático. Están irrigadas por pequeños vasos sanguíneos recubiertos de células endoteliales.
Las células inmunitarias que entran en el hígado a través de la sangre sólo llegan a los hepatocitos infectados a través de aberturas especiales en estas células endoteliales. A través de estas aberturas introducen prolongaciones para alcanzar los hepatocitos infectados y provocar su destrucción. Al hacerlo, se ven obligadas a entrar en estrecho contacto con las células endoteliales.
"Demostramos que las células endoteliales ponen en marcha una especie de temporizador de sueño molecular en determinadas células inmunitarias: células T citotóxicas que pueden detectar hepatocitos infectados con el virus de la hepatitis B", ha afirmado la primera autora del estudio, Miriam Bosch.
"El temporizador empieza a funcionar en cuanto las células T entran en contacto con los hepatocitos infectados", ha añadido Bosch.
Cuanto más tiempo están las células T en contacto con las células endoteliales, más débil se vuelve su actividad, comparable a la disminución del volumen de la música antes de que el temporizador del sueño la detenga por completo.
En concreto, las células endoteliales utilizan la vía AMPc-PKA para desactivar la transmisión de señales de los receptores con los que las células T reconocen el virus de la hepatitis B y a través de los cuales se activan. Como resultado, las células inmunitarias dejan de atacar a las células infectadas y, sobre todo, son incapaces de proliferar.
PRESUNTA FUNCIÓN PROTECTORA
"Creemos que este mecanismo evolucionó para proteger el hígado. El límite temporal impide que las células inmunitarias proliferen demasiado durante una infección y dañen potencialmente de forma crítica el hígado al destruir los hepatocitos infectados", ha afirmado Percy Knolle.
En algunos casos, sin embargo, la ventana temporal para combatir el virus es aparentemente demasiado corta, y el virus escapa al control del sistema inmunitario. Como las nuevas células T siguen atacando a los hepatocitos infectados, la hepatitis B crónica provoca daños en el órgano a pesar del mecanismo de protección.
"Ahora comienza la búsqueda de formas de influir en este mecanismo", afirma Percy Knolle. "De este modo, podríamos ayudar al sistema inmunitario a combatir eficazmente la infección crónica por hepatitis B", ha añadido.
Por un lado, son concebibles inmunoterapias dirigidas en las que las células T se manipulen de tal manera que dejen de ser receptivas a las señales de las células endoteliales. Por otro lado, también puede ser posible desactivar el mecanismo mediante pequeñas moléculas dirigidas a este mecanismo. Para ello, sin embargo, es crucial administrar sustancias activas de forma selectiva a las células inmunitarias del hígado y evitar así perjudicar procesos vitales en otras células del organismo.
Los investigadores creen que estas terapias podrían potenciar el efecto de las vacunas y ayudar así a combatir la hepatitis B crónica, especialmente prevalente en las regiones más pobres del mundo.