MADRID, 25 Sep. (EUROPA PRESS) -
El peso es controlado por la hormona leptina, que actúa en el cerebro para regular la ingesta de alimentos y el metabolismo, pero hasta ahora no se sabía cómo el cerebro envía señales al tejido adiposo para inducir la descomposición de las grasas. Un estudio que se publica en 'Cell' demuestra que el tejido graso está inervado y que la estimulación directa de las neuronas en la grasa es suficiente para inducir la descomposición de las grasas.
Estos hallazgos, realizados por por Ana Domingos, del Instituto Gulbenkian de Ciencia (IGC), en Portugal, en colaboración con el equipo de Jeffrey Friedman, de la Universidad Rockefeller, Estados Unidos, establecen las bases para el desarrollo de novedosas terapias contra la obesidad.
El tejido graso constituye entre el 20 y el 25 por ciento del peso del cuerpo humano, almacenando energía en forma de triglicéridos. Hace 20 años, Jeffrey Friedman y sus colegas identificaron la hormona leptina, la cual producen las células grasas en cantidades que son proporcionales a la cantidad de grasa y que informa al cerebro sobre cuánta grasa está disponible en el cuerpo.
La leptina funciona como una señal neuroendocrina que preserva la masa grasa del cuerpo en un rango relativamente estrecho de variación: los niveles bajos de leptina aumentan el apetito y reducen el metabolismo basal, mientras que los niveles altos de leptina mitigan el apetito y promueven la descomposición de las grasas. Sin embargo, hasta ahora no se conocían los circuitos implicados en este bucle neuroendocrino, la forma en que la acción de la leptina en el cerebro envía señales de vuelta a la grasa.
El equipo de Ana Domingos combinó una variedad de técnicas para establecer funcionalmente que el tejido adiposo blanco está inervado. "Disecamos estas fibras nerviosas de la grasa del ratón y mediante marcadores moleculares identificamos estas neuronas como simpáticas", explica Ana Domingos, para quien lo más notable es que cuando usaron una técnica de imagen ultrasensible en el tejido adiposo blanco intacto de un ratón vivo, vieron que estas terminales nerviosas simpáticas pueden encapsular células de grasa.
A continuación, los investigadores emplearon ratones modificados genéticamente, cuyas neuronas simpáticas podían activarse mediante la luz azul. Roksana Pirzgalska, estudiante de doctorado en el laboratorio de Domingos y coprimera autora del estudio, explica: "Utilizamos una poderosa técnica llamada optogenética, para activar localmente estas neuronas simpáticas en las almohadillas de grasa de los ratones y observamos la descomposición de las grasas y la reducción de la masa grasa".
"La activación local de estas neuronas conduce a la liberación de norepinefrina, un neurotransmisor que desencadena una cascada de señales en las células de grasa que conducen a la hidrólisis de las grasas. Sin estas neuronas, la leptina es incapaz de provocar la descomposición de la grasa", añade.
Las conclusiones y los siguientes pasos están claros para Ana Domingos. "Este resultado ofrece nuevas esperanzas para el tratamiento de la resistencia central a la leptina, un trastorno en el que los cerebros de las personas obesas son insensibles a la leptina", afirma. A ello, el coautor Jeffrey Friedman agrega que "estos estudios añaden una nueva e importante pieza del rompecabezas que permite a la leptina inducir la pérdida de grasa".