MADRID, 9 Dic. (EUROPA PRESS) -
La "crisis de reproducibilidad" en la investigación biomédica ha llevado a cuestionar el rigor científico de la investigación animal y, por lo tanto, la justificación ética de los experimentos con animales. En trabajos publicados en las revistas 'Plos Biology' y 'Plos One', investigadores de la Universidad de Berna, en Suiza, han evaluado el rigor científico de la experimentación animal en Suiza, detectando deficiencias generalizadas en la información sobre la metodología empleada.
En una primera etapa, la alumna de doctorado Lucile Vogt y el postdoctor Thomas Reichlin, de la División de Bienestar Animal de la Facultad de Vetsuisse de Berna, examinaron 1.277 solicitudes aprobadas de experimentos con animales en Suiza en 2008, 2010 y 2012, así como una muestra aleatoria de 50 publicaciones científicas resultantes de los estudios descritos en las solicitudes.
Los investigadores evaluaron los materiales para determinar si se informó sobre siete métodos básicos que pueden ayudar a combatir el sesgo experimental (como la aleatorización, el cegamiento y el cálculo del tamaño de la muestra). El uso apropiado y la comprensión de estos métodos es un requisito previo para obtener resultados imparciales, científicamente válidos, según el autor principal, Hanno Würbel, director de la División de Bienestar Animal.
Como se publicó en su estudio de 'Plos Biology', encargado por la Oficina Federal de Seguridad Alimentaria y Veterinaria (FSVO), la evidencia explícita de que se utilizaron estos métodos en experimentos con animales o en las publicaciones posteriores fue escasa.
Menos del 20 por ciento de las solicitudes y publicaciones mencionaron si se había realizado un cálculo del tamaño de la muestra (8 por ciento en las solicitudes y 0 por ciento en las publicaciones), si los animales habían sido asignados aleatoriamente a los grupos de tratamiento (13 por ciento en las publicaciones) y si la evaluación de los resultados se había realizado a ciegas en relación al tratamiento (3 por ciento en las solicitudes y 11 por ciento en las publicaciones).
Los experimentos con animales se autorizan basándose en el entendimiento explícito de que proporcionarán nuevos conocimientos significativos y que los animales no sufrirán ningún daño innecesario. Por lo tanto, el rigor científico es un requisito previo fundamental para la justificación ética de los experimentos con animales. Sobre la base de este análisis, la práctica actual de autorizar experimentos con animales parece apoyarse en una suposición de rigor científico, más que en pruebas de que se aplica.
Los autores de este estudio recomiendan más formación y capacitación en buenas prácticas de investigación e integridad científica para todos los involucrados en este proceso.
Aunque los resultados iniciales encontraron que menos del 20 por ciento de las solicitudes y publicaciones usaban métodos para controlar el sesgo, eso no significaba necesariamente que más del 80 por ciento de los estudios en animales no incluyeran métodos para combatir el sesgo y, por lo tanto, utilizaran animales para investigaciones potencialmente no concluyentes.
"Es posible que los investigadores usaron estos métodos pero no los mencionaron en sus aplicaciones y publicaciones --dice el director del estudio Hanno Würbel--. Así que decidimos preguntar a los investigadores". Los autores del trabajo utilizaron una encuesta digital para todos los 1.891 investigadores con animales registrados en el sistema central de información digital de la FSVO que participaron en los experimentos en curso.
INCLUYEN POCA INFORMACIÓN SOBRE LAS PRÁCTICAS PARA EVITAR SESGOS
Entre otras cuestiones, se preguntó a los investigadores qué métodos de reducción de sesgos usaban normalmente cuando realizaban experimentos con animales y sobre cuáles de ellos se había informado explícitamente en su última publicación científica. Según sus respuestas, como se publica en el estudio de 'Plos One', el uso de métodos contra el sesgo es considerablemente más alto que el reportado en las solicitudes y publicaciones de investigación en animales. El 86 por ciento de los participantes afirmó asignar animales aleatoriamente a los grupos de tratamiento, pero sólo el 44 por ciento respondió que lo había informado en su última publicación.
Lo mismo se aplica a las otras medidas, por ejemplo, para el cálculo del tamaño de la muestra: el 69 por ciento de los científicos afirmó hacerlo, pero sólo el 18 por ciento dijo que lo informó en su última publicación. En el caso de la evaluación de los resultados cegados, los porcentajes fueron del 47 frente al 27 por ciento.
En conjunto, los autores sacan dos conclusiones de estos resultados: por un lado, la información en solicitudes o publicaciones sobre investigación animal puede subestimar el uso de métodos de reducción de sesgo y, por otro lado, los investigadores pueden sobreestimar su uso de métodos apropiados.
"Encontramos un número considerablemente menor de publicaciones con evidencia explícita de utilización de medidas contra los riesgos de sesgo que las reclamadas por los investigadores", dice Würbel. Por ejemplo, el 44 por ciento de los participantes afirmó haber declarado aleatorización en su última publicación, pero el equipo de Würbel encontró pruebas de asignación al azar en sólo el 17 por ciento de las publicaciones.