VALÈNCIA, 8 Oct. (EUROPA PRESS) -
Los profesores no deben subir la voz por el uso de las mascarillas, ya que ni las FP2 ni las higiénicas consiguen disminuir más de dos decibelios la intensidad, sino vocalizar más y respirar con comodidad para evitar problemas laríngeos, según el vicedecano del grado en Logopedia de la Universidad Católica de Valencia (UCV), José Francisco Cervera.
Cervera está investigando el posible deterioro de la voz de los profesores universitarios por el uso de las mascarillas con razón de la pandemia tras haber recibido consultas sobre el tema, según han señalado fuentes de esta institución académica.
Al respecto, ha señalado que aunque no hay evidencia científica sobre su incidencia en la patología laríngea, ha señalado que las mediciones preliminares que han hecho en la UCV indican que las mascarillas no consiguen disminuir más de dos decibelios la intensidad de la voz medida a tres metros, tanto en hombres como en mujeres. Por ello, los profesores no deben elevar la voz más allá de lo que les resulte cómodo, ya que "eso es un disparador de lesiones laríngeas", asevera.
En segundo lugar, aconseja vocalizar más de lo habitual pues, "si bien el efecto de la mascarilla en la inteligibilidad es difícil de medir no tenemos dudas de que la mascarilla repercute de forma importante en cómo el receptor procesa el habla" ya que la visión de la boca del hablante "proporciona pistas que el cerebro utiliza de forma inconsciente para descodificar los sonidos del habla y reconocer las palabras".
Por ello, la sobrearticulación moderada es un buen consejo, ya que los gestos articulatorios bien definidos y la mayor apertura de la boca producen un aumento de resonancia que hace más cómoda la emisión por encima de 60 decibelios propia de las aulas y es una forma de prever fatiga vocal", detalla Cervera.
Asimismo, ha aconsejado a respirar "con comodidad" pues "al proyectar la voz a un auditorio empleamos muy poco tiempo para introducir el aire por la boca y aumenta la actividad muscular en la respiración, que se prolonga muchísimo y permite el discurso fluido" mientras que cuando "hablamos con prisa excesiva o con ansiedad, esta adaptación suele perder eficacia y el síntoma más frecuente es que nos falta aire para terminar las frases".
De este modo, se debe "acompasar adecuadamente la respiración al habla, manteniendo la sensación de comodidad que nos permite hacer las dos cosas a la vez". En el caso de que las favorezcan la sensación de falta de aire "deberíamos disminuir la velocidad y acompasar con naturalidad el habla y la respiración", concluye.