MADRID, 9 Ene. (EUROPA PRESS) -
Aproximadamente 4 de cada 100 pacientes no son capaces de terminar una prueba de resonancia magnética (RM) por claustrofobia, es decir, miedo a los espacios cerrados, según un estudio del Hospital General de Singapur.
El estudio, elaborado entre otros por Salem Ah Sing Kog, del Departamento de Radiología Diagnóstica en el centro hospitalario en el que tuvo lugar el estudio, y del que se hace eco Fujifilm, recuerda que en estos sistemas de diagnóstico por imagen la persona a evaluar es introducida con una camilla en el interior de una máquina, en un espacio estrecho y sin posibilidad de realizar movimientos, donde debe permanecer, como mínimo, unos 40 minutos acompañado de un sonido fuerte y bastante molesto.
"Esto supone un problema para niños y pacientes con problemas de obesidad y/o movilidad. De hecho, en algunos de estos casos es necesario sedar al sujeto, lo que supone un riesgo para la salud.
El 5,4% de todas las pruebas de RM que se realizan están destinadas a pacientes pediátricos, que en función de su edad deben ser sedados para evitar que se muevan y conseguir que el resultado de la prueba sea el adecuado", señalan
Para Fujifilm "todos estos datos muestran muchas de las problemáticas que plantean las RM cerradas en determinados pacientes, problemas que pueden solucionarse en la mayoría de los casos utilizando un equipo de RM abierta, cada vez más frecuentes en los centros médicos". Esta alternativa aporta resultados muy similares de una forma más cómoda y poco invasiva, siendo de gran utilidad para diagnosticar multitud de afecciones, desde la rotura de un ligamento hasta tumores.
Además de dar un mejor servicio a los menores de 12 años, que suponen el 11 por ciento de la población española, y a las personas con claustrofobia, unas 3,8 millones, las resonancias abiertas tienen otros muchos beneficios. Por ejemplo, su consumo de energía anual es mucho menor, así como su impacto medioambiental.
Según datos de Fujifilm Healthcare, los equipos abiertos consumen 23.700 kW/h y producen 6.283 kilogramos de CO2 de emisiones anuales; mientras que los cerrados rondan los 110.400 kW/h de consumo energético y se acercan a los 30.000 kilogramos de CO2 de emisiones al año.