MADRID, 19 Abr. (EUROPA PRESS) -
Cuanto más frío es el clima, más ancho y mayor es el tamaño de la caja torácica en las personas, según ha puesto de manifiesto un trabajo realizado por un equipo internacional en el que participan investigadores del Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN-CSIC).
Los resultados, publicados en el 'American Journal of Physical Anthropology', recogidos por la plataforma Sinc y obtenidos tras comparar el tamaño del tórax de diferentes poblaciones adaptadas a climas fríos y cálidos, contradicen las teorías que postulan que las personas no sufren adaptaciones biológicas en climas extremos, debido a que las adaptaciones culturales amortiguan otras como las biológicas.
Según las reglas ecológicas de Allen y Bergman, los animales de sangre caliente sufren una adaptación a climas extremos (tanto fríos como cálidos), unas adaptaciones que se ven reflejadas en el tamaño y formas corporales.
Los animales adaptados a climas fríos son más grandes y tienen una complexión más esférica que sus equivalentes de climas cálidos donde las formas son más estilizadas. Estas complexiones ayudan a mantener un equilibrio térmico ya que favorecen la pérdida de calor en los climas cálidos y la retención en los fríos.
"Hay una corriente de pensamiento que dice que el ser humano es el único animal de sangre caliente que no cumple estas reglas ecológicas debido a que las adaptaciones culturales que tenemos harían que las adaptaciones biológicas no se diesen", ha explicado el investigador del MNCN, Daniel García Martínez.
Para realizar el trabajo, los expertos han estudiado material torácico de poblaciones adaptadas al frío: esquimales que habitan en las regiones árticas de Groenlandia y de Alaska, así como de poblaciones del extremo sur de la Patagonia, y lo han comparado con material de poblaciones europeas (España, Portugal y Austria), así como centro y sudafricanas.
Así, han descubierto una relación significativa entre variables climáticas y el tamaño del tórax: a mayor latitud, y por lo tanto frío, mayores son las cajas torácicas. Además, también han encontrado que los esquimales de Groenlandia poseen unos tórax extremadamente amplios, una adaptación que se traduce en una forma corporal más esférica.
Por tanto, el estudio aporta información clave sobre la adaptación a los cambios climáticos en el ser humano. "Se ha observado que el ser humano posee una gran plasticidad biológica y, aunque las adaptaciones culturales son una parte importante en su éxito evolutivo, las biológicas como la forma del cuerpo juegan también un papel clave", ha zanjado García Martínez.