MADRID 10 Jun. (EUROPA PRESS) -
Una investigación liderada por científicos del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) ha encontrado una forma de medir cuantitativamente el grado de actividad de la artritis reumatoide en cada paciente.
En concreto, este trabajo, publicado en la revista 'Arthritis & Rheumatism', ha descubierto que el nivel de activación de una proteína implicada en el desarrollo de la enfermedad tiene una correlación con su gravedad.
La artritis reumatoide es una enfermedad autoinmune que se caracteriza por la inflamación de las articulaciones y de sus tejidos circundantes. Este proceso inflamatorio avanza de forma crónica, lo que puede desencadenar una deformidad progresiva.
Según el investigador del Centro Nacional de Biotecnología del CSIC responsable del trabajo, Jesús María Salvador, "aunque se desconoce cuál es la señal que origina la enfermedad, sí se conocen algunas de las moléculas implicadas en la cadena que provoca la inflamación".
Este estudio del CSIC se centra en el análisis de los mecanismos moleculares que controlan la activación de los linfocitos T. La actividad de estas células del sistema inmune regula gran parte del proceso inflamatorio asociado a esta enfermedad.
A consecuencia de dicha señalización, la proteína p38a --presente en los linfocitos-- se activa mediante un proceso de fosforilación, que consiste en la adición de grupos fosfato.
Según los resultados del trabajo, este nivel de fosforilación está correlacionado con la actividad de la dolencia. "La gravedad de la inflamación en enfermos de artritis reumatoide está relacionada con una mayor actividad de los linfocitos T y es este grado de actividad el que a su vez determina el nivel de fosforilación de la p38a", explica Salvador.
Hasta la fecha, la vía estándar para cuantificar la actividad clínica de la artritis reumatoide es a través del índice DAS28, un test basado en factores objetivos --como el número de articulaciones afectadas-- y subjetivos, como la valoración de la calidad de vida.
Esta investigación ha demostrado que "existe una correlación entre la actividad de la enfermedad y el nivel de fosforilación de la proteína p38a", afirma Salvador.
Su equipo ha desarrollado y patentado un anticuerpo que reconoce y mide este nivel de fosforilación en una muestra sangre. "A través de un análisis rutinario puede calcularse la actividad de la enfermedad de un modo objetivo", asegura.
Para comprobar la efectividad del sistema, se sometieron a él un total de 110 pacientes con RA y otros 30 individuos sanos control del Hospital Universitario de La Princesa, en Madrid. La prueba reveló que existe una alta correlación entre los resultados obtenidos a través del método del CSIC y los del índice DAS28.
Según las estadísticas, el 0,5 por ciento de la población sufre artritis reumatoide. En España los afectados ascienden a 200.000, de los que el 70 por ciento son mujeres. En la actualidad no existe una cura para esta enfermedad y se utilizan "agentes biológicos de elevado coste", según señala este investigador del CSIC.
Este trabajo también ha revelado una nueva ruta de señalización a través de la cual se desarrolla la dolencia. "Nuestro trabajo revela que la activación de tirosinas quinasas de los linfocitos T es un patrón común en pacientes con artritis reumatoide, cuya inhibición tiene potencial terapéutico para bloquear la inflamación", opina Salvador.
Aunque las rutas de señalización de enfermedades autoinmunes como la artritis reumatoide son muy complejas e involucran a diversas células y componentes moleculares, la descubierta por Salvador se localiza específicamente en las células T.
"Su inhibición provocaría menos efectos secundarios, lo que resulta fundamental para mantener una buena calidad de vida de enfermos con este tipo de enfermedades crónicas", concluye.