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MADRID, 18 Ene. (EUROPA PRESS) -
La comida basura que consumen los niños en los colegios, como los caramelos, refrescos o las patatas fritas, podrían no tener nada que ver con el sobrepeso infantil, al menos para los estudiantes de secundaria. Así lo sugiere un estudio desarrollado investigadores de la Pennsylvania State University, en Estados Unidos, que se publica este enero en la revista especializada 'Sociology of Education'.
El estudio, liderado por Jennifer Van Hook, profesora de Sociología y Demografía de la Pennsylvania State University, se basa en datos del 'Early Childhood Longitudinal Study, Kindergarten Class of 1998-1999', que sigue a una muestra nacionalmente representativa de estudiantes desde la guardería hasta el octavo grado, es decir, desde 1998-1999 hasta 2006-2007.
Después uso una submuestra de 19.450 niños que asistían al colegio en el mismo condado a quinto y octavo grado, entre 2003-2004 y 2006-2007. En ella descubrió que el 59 por ciento de los alumnos de quinto y el 86 por ciento de los de octavo de su estudio asistían a colegios donde se vendía este tipo de comida basura.
Sin embargo, aunque había un significativo incremento en el porcentaje de estudiantes que acudían a colegios donde se vendía esta comida entre quinto y octavo, no aumentaba el porcentaje de estudiantes con obesidad o sobrepeso.
De hecho, a pesar de la mayor disponibilidad de comida basura, el porcentaje de estudiantes con sobrepeso u obesidad realimente bajó de quinto a octavo, del 39 por ciento hasta el 35,4 por ciento.
Según Van Hook, "ha habido una gran polémica en los medios sobre cómo los colegios hacían mucho dinero con la venta de comida basura a los estudiantes y sobre como los colegios tenían la posibilidad de ayudar a reducir la obesidad infantil".
"Así, esperábamos encontrar una conexión definitiva entre la venta de comida basura en las escuelas de secundaria y la ganancia de peso entre los niños de quinto a octavo grado", dice.
"Sin embargo, nuestro estudio sugiere que --cuando se trata de ganar peso-- tenemos que mirar más allá de los colegios y, más específicamente, de la venta de comida basura en los colegios, para marcar la diferencia", admite.
CENTRARSE EN EL ÁMBITO DOMÉSTICO
"Estamos realmente sorprendidos por este resultado y, de hecho, hemos retrasado la publicación de nuestro estudio durante cerca de dos años porque seguíamos buscando una conexión que, simplemente, no existía", asevera.
Según Van Hook, las políticas que buscan reducir la obesidad infantil necesitan concentrarse más en los entornos caseros y familiares, así como en los ambientes externos a los colegios para lograr resultados. El porcentaje de niños obesos en Estados Unidos se triplicó entre 1970 y finales del año 2000.
"Los colegios sólo representan una pequeña parte del ambiente alimentario de los niños", dice esta investigadora, quien recuerda que los menores "pueden conseguir comida en casa, en sus barrios y cruzar la calle fuera del colegio para conseguir comida".
"Además, los niños están realmente muy ocupados en la escuela. Cuando no están en clase, tienen que ir de una clase a otra y tienen ciertos horarios fijos para comer. Así, no existen realmente muchas oportunidades para que los niños coman cuando están en la escuela, o al menos comer constantemente, en comparación con cuando están en sus casas", indica.
Los resultados de este trabajo también señalan que las políticas para prevenir la obesidad infantil deberían poner más énfasis en los niños más jóvenes. Según Van Hook, "ha habido muchas investigaciones mostrando que muchos niños desarrollan hábitos alimentarios y prueban ciertos tipos de comida en la edad preescolar y que esos hábitos y pruebas podrían acompañarles durante el resto de sus vidas". "Por ello --dice-- el ambiente de los colegios de secundaria podrían no ser tan importante".